El presidente AMLO y sus leales corifeos hablan sobre democracia todos los días. Lo hacen como si tuviesen el monopolio de la verdad y de la legitimidad. Sin titubeos despotrican contra sus opositores y  les descalifican sin el menor recato o miramiento.

Apenas el día de ayer AMLO reiteró su admiración por el presidente Francisco I. Madero: el bien llamado “Apóstol de la Democracia”.

Sin embargo, la concepción personalísima que tiene AMLO de la “democracia” dista de ser aquella tradicionalmente acuñada a la democracia liberal. Por el contrario, el presidente la interpreta bajo una óptica incompleta que le justifica para legitimar una concentración de poder que atenta paradójicamente contra el propio régimen democrático.

Vamos a ver. A la luz de los conceptos tradicionales de democracia liberal dados por las ciencias políticas, aquella tiene, en términos generales, los siguientes rasgos: la facultad de los ciudadanos de elegir a sus representantes libremente con pleno respeto a su decisión; sufragio universal; el sistema de pesos y contrapesos;  la libertad de prensa, de opinión y de asociación, y el control civil sobre el poder militar.

En otras palabras, en contraste con la limitada interpretación hecha por la autoproclamada 4T, la democracia ( en su acepción liberal) no se limita al gobierno de los mayorías, sino que se extiende a un amplio abanico de materias que tienen que ver con el respeto al actuar institucional, a la ley, al Poder Judicial y,  sobre todo,  a las minorías.

En este sexenio han resultado especialmente acuciantes dos elementos que contravienen dos principios fundamentales de la democracia liberal: el desdén por la ley y el militarismo promovido por el jefe del Estado.

En relación con el respeto hacia la ley, AMLO, en un episodio indigno,  confesó que su autoridad moral estaba por encima de la ley. En otras palabras, que él, en tanto que cabeza de uno de los poderes, no tiene límites constitucionales.

Huelga destacar que el desdén hacia la ley –o su abierta violación– conlleva el atropellamiento de las minorías, mismas, que no tienen poder de decisión en el Congreso.

En segundo lugar, AMLO ha promovido el involucramiento de los militares en tareas civiles, atentando a su paso contra las funciones propias de los soldados y, desde luego, poniendo en riesgo a la propia democracia liberal.

No se han quedado atrás las propuestas de reformas constitucionales. Cargadas de una fortísima voluntad de socavar a las instituciones del Estado, se pretende desmantelar el régimen liberal bajo el eslogan de la democracia.

En suma, AMLO y la auto denominada izquierda mexicana se jactan diariamente de ser demócratas. No obstante, su interpretación se queda corta, y a diferencia de lo que hicieron personajes como Madero, utilizan perversamente el concepto para legitimar la concentración del poder; iniciada en 2018, y que piensa llevar a su culminación Claudia Sheinbaum.