Si algo se le ha valorado por algunas personas y seguidores fieles del presidente que tenemos en México es: su carisma. Hasta la propia Xóchitl Gálvez lo confesó en el primer debate que tuvo con Claudia Sheinbaum. Aceptó que Claudia en todo era una calca de AMLO, pero que no contaba con el carisma con que él cuenta.

El carisma es un don que no toda la gente tiene, hay que decirlo, y con el que se nace. Hay quienes fingen tenerlo o quienes a fuerza quieren hacerse pasar por carismáticos y pues nada más no se les da, y no está mal o no está bien. Hay gente que tiene su propia personalidad y que dentro de estos rasgos de personalidad lo suyo no es el carisma.

Pero López Obrador ha sabido ser carismático, ha arrancado carcajadas durante 6 años con las “puntadas” que de pronto se avienta. Él mismo, incluso, ha asegurado que tener sentido del humor es fundamental y que no hay nunca que perderlo.

Y por supuesto que, a lo largo de estos 6 años nos ha sorprendido no pocas veces haciendo bromas totalmente fuera de lugar. Siempre he creído que lo hace al darse cuenta que dice cosas que no debería de haber dicho y entonces intenta rescatarse aventándose un chascarrillo tempranero.

Uno pareciera que ya terminó por acostumbrarse a su forma de ser, pero el presidente nunca nos deja de sorprender.

Ayer de plano, perdió el piso y se aventó un chascarrillo en medio de una tragedia: En Celaya fueron incendiadas tres ambulancias y dos paramédicos fallecieron.

Al ser cuestionado acerca de esto en su mini diván en Palacio Nacional, se empieza a reír y señala que “Latinus es el que debería de investigar”, no sin antes mostrar molestia por estar hablando de muertos, no porque le duelan esas muertes, sino porque lo tiznan.

La risa del presidente es la herida de los deudos de esos paramédicos que murieron incinerados. La risa del presidente es el golpe a la moral de cientos de mexicanos a los que sí le duelen estas y todas las muertes que están habiendo en este país. La risa del presidente lo retrata como un hombre que ha ido perdiendo la capacidad de empatizar con el dolor humano.

Acostumbrado a los reflectores y aplausos, AMLO vive como una afrenta que se le pregunte acerca de los muertos. Piensa que ellos murieron para hacerlo rabiar.

Carlos Loret de Mola ha dicho que el puede entender que el presidente odie a Latinus. Sabe que ese medio ha tocado la fibra más sensible de su persona que son sus amados hijos. Pero no da crédito, como muchos, que tenga que bromear con tragedias citando a Latinus, siendo irónico y hasta cruel con su “chascarrillo”.

Al menos siento alivio porque ya se va. No se irá a su rancho. No va a poder sobrevivir apartado de lo que adora. Seguirá viviendo en Palacio aunque tenga que mandar construir dentro de él un cuartito.

Pero me da alivio saber que ya no lo oiremos más. Porque sinceramente y lo saben, no simpatizo políticamente hablando con Claudia Sheinbaum pero les puedo asegurar que no creo que si llega a ser presidenta, se ría del dolor y haga burlas y chistes de la tragedia como lo ha hecho su líder.

Aunque, no sabemos qué cosa tiene el poder y la presidencia que conforme pasan los meses los presidentes van perdiendo las formas. Así que tristemente ya podemos esperar que pase cualquier cosa.

La risa del presidente cala no tanto por lo ruidosa que es sino por lo insensible que resulta.

La risa del presidente ya no da risa. La risa de AMLO es el recordatorio de mi madre fallecida. (El que quiera entender mi antología, que entienda).

Mi corazón está roto. Una vez más. El presidente nos ha causado ya bastante dolor.

Él dice que ya quiere terminar todo, retirarse... ¡Qué curioso! Yo también lo deseo.

Es cuanto.