“Años sesenta: la industria textilera en Tlaxcala se hunde, las mujeres emigran a la Ciudad de México, se contratan como sirvientas, y los hombres se van a Estados Unidos a sudar como una regadera. Años setenta: los hombres de Tenancingo, San Luis y Zacatelco, todos en la zona sur de Tlaxcala, no quieren resignarse a la mediocridad y vuelven del primer mundo a sus pueblos. Traen ideas revolucionarias: prostituir a sus esposas, sus hermanas y cuanta mujer se les atraviese. Entonces la prostitución, como la miseria, se disparará en el campo”, así es como Alejandro Almazán relata en Milenio la odisea que atormenta a miles de mujeres y que tituló “Un padrote nunca se enamora” (http://www.milenio.com/cdb/doc/noticias2011/96a40c0d7cdd67d4dae4f7a38ee05d36).
San Miguel Tenancingo es un municipio de Tlaxcala donde se tratan a las mujeres como mercancía, como objetos desechables. Desde luego esa condición la comparten muchos municipios de la región, por eso Almazán ha designado el calificativo “La Meca de los padrotes”. Como tlaxcalteca no puedo sentir más vergüenza pues conozco esos municipios y a mucha gente de la región. Bibiana Belsasso, de La Razón, asegura que “en Tenancingo, Tlaxcala, se dan dos grandes fiestas al año, pero estas fiestas tienen un fin específico: reunir a los padrotes más influyentes del país. Durante estos festejos, que llegan a durar hasta cuatro días, se buscan nuevas víctimas que se puedan explotar y prostituir, así como ampliar sus redes con otros padrotes para poder moverlas a distintas partes” (http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=93714). Basta con escribir en Google “Tenancingo Tlaxcala” para que se despliegue una sarta de ligas que incluyen las palabras violencia, trata, prostitución, padrote, entre otros. Esa es la Tlaxcala del s.XXI que se ha colocado como la “Capital de la esclavitud sexual”.
La primera vez que escuché de esta problemática fue en 2007, cuando un amigo me explicó cómo operaban. No lo creí pero con el tiempo pude dimensionar el problema real: la trata de personas es una tradición, se ha vuelto parte de la cultura, es cotidiano. Otros me fueron explicando que son las mismas madres de los padrotes las que convencen a las otras mujeres de ingresar al “negocio”. Para erradicar esa red habría que encarcelar a abuelas, madres, hijos, menores de edad, miles de hombres, ancianos, y jóvenes involucrados; o sea, a casi todos los habitantes de esos municipios. Eso parece imposible, pues sería algo que ningún gobernante se atrevería a hacer por las consecuencias políticas, porque perderían las elecciones y las mordidas, porque la sangre correría, pero sobre todo, ningún gobernante lo ha hecho porque no han generado alternativas viables, condiciones económicas ni las políticas públicas que detengan esta problemática.
Almazán relata su encuentro con el Kalimán, un traficante de mujeres que le dice “Un padrote es un cabrón que trabaja con la necesidá. La necesidá de las viejas que no tienen ni pa’comer. La necesidá del hombre. La necesidá de las pinches autoridades que, ora con esa puta ley de trata de personas, nomás encarecieron las mordidas. ¡Ochocientos mil pesos por librar cada operativo! Imagínate nomás. O sea, todo es necesidá. Hasta la mía, porque yo también debo comer”. La trata de personas no sólo es el reflejo de la decadencia de las civilizaciones y la ausencia del Estado de Derecho; sus aportes económicos a una región con tantas carencias incentivan a la población pobre y hambrienta, esas personas que optaron por el camino rápido hacia la “prosperidad”. Una prosperidad mal entendida, una frustración profunda que debe ser escudriñada por la ciencia. Esa “necesidá” que no conoce escrúpulos. Gente que vio en el crimen una forma de sobrevivir. Almazán señala que en un estudio, “Proyecto de vida de niños y adolescentes de Tenancingo”, respaldado por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y hecho en primarias y secundarias, uno de cada cinco chicos respondieron: “Quiero ser padrote”.
Ningún Gobernador de Tlaxcala, ningún Presidente Municipal, ninguna autoridad de cualquier nivel ni de ayer ni de hoy han sido capaces de enfrentar con efectividad esta indignante situación. Fracasa todo intento en el posicionamiento de Tlaxcala como destino de inversiones y del turismo cuando este lastre está impregnado en su nombre. Es necesario agilizar la economía de la región para generar las oportunidades que saquen de la inmundicia a esas personas. Insisto en que sí es posible si se opta por un nuevo esquema. Tlaxcala debe hacer algo tan innovador que atraiga la atención internacional por los logros no por los delitos. Ya que los padrotes han demostrado que son tan hábiles para el comercio exterior, deberían reorientar su visión y salirse de eso mediante el comercio lícito de productos orgánicos producidos en Tlaxcala, pues es una rama de la economía aún virgen que está generando millonarias ganancias en el mundo. El gobierno debería apostarle a los proyectos sustentables y al apoyo de empresas con impacto social. De los problemas surgen las oportunidades. Si hay un gran problema como el de la trata de personas, las oportunidades son igual de grandes, sólo es cuestión de atreverse a romper esquemas y lanzarse a la vanguardia, liderar. Me parece una irresponsabilidad que las autoridades prefieran meter la cabeza en la tierra, no pueden permitir que poderes fácticos los dejen impotentes ante el crimen. Es el colmo de la incompetencia y la corrupción.