El pasado 30 de noviembre en el diario británico Financial Times leí que la economía brasileña se ha desacelerado.
La nota, redactada por Joe Leahy, en Río de Janeiro, y Stefan Wagstyl, en Londres, es contundente: disminuyen las esperanzas de Brasil de volver al club de alto crecimiento en los mercados emergentes tras la publicación de cifras que muestran que la economía de ese país se dirige a uno de sus peores años en una década.
Los periodistas del FT han citado a Alberto Ramos, economista de Goldman Sachs, quien no duda en decir que la brasileña “es una economía muy débil”.
Otros mercados emergentes también se han desacelerado, como los de India, Rusia, China.
El Financial Times asegura que hay regiones donde el crecimiento está resistiendo mejor de lo previsto, sobre todo en países del sudeste de Asia, como Indonesia… y en algún país de América Latina, sí, México.
Hay optimismo en el mundo acerca del futuro económico de México. Desde el triunfo electoral de Enrique Peña Nieto eso lo he leído bastantes veces en los principales medios del capitalismo, como el citado Financial Times y el también británico The Economist, revista que ve elementos de sobra para que a nuestro país le vaya bien.
Para empezar, como se ha dicho aquí, México está creciendo más que Brasil. No solo eso, nuestro país vuelve a ser, para Estados Unidos, más atractivo que China, de tal forma de que la economía mexicana volverá a ser la principal fuente de importaciones en la sociedad estadounidense.
El optimismo relacionado con México tiene que ver con dos factores principalmente.
El primero, la aceptación, desde antes de las elecciones de julio, del equipo económico de Enrique Peña Nieto.
Comentarios elogiosos acerca del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, no son raros en la prensa global especializada en finanzas y negocios, como los del propio FT cuando se anunció el gabinete de Peña Nieto: “Nombró a Luis Videgaray… tiene un doctorado en economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), encabezará una ambiciosa agenda que incluye triplicar la tasa de crecimiento promedio anual del país en la última década”.
Se elogia también a otros operadores económicos de Peña Nieto, como Emilio Lozoya, director de Pemex, “que jugó un papel estratégico fundamental durante la campaña presidencial de este año” y del que se espera contribuya a abrir el sector petrolero y a la misma empresa Pemex al capital privado: “Los miembros de su equipo (de Peña Nieto) han dicho que la nueva administración podría presentar al Congreso un proyecto de reforma en el nuevo año”.
Buenos cosas se dicen también del ex secretario de Hacienda, José Antonio Meade, nuevo responsable de las relaciones internacionales de México, que al parecer se centrarán en lo comercial.
El otro factor que genera optimismo es que ya mucha gente, dentro y fuera de nuestro país, empieza a ver que la violencia disminuye. En Monterrey es un hecho. Esta percepción ha determinado que no pocos empresarios que habían emigrado a Estados Unidos hayan regresado a la capital de Nuevo León.
Sobre todo por la imagen de que la mexicana es una sociedad violenta, algo que se consolidó durante seis años, los de Felipe Calderón en el poder, ha sido terrible el espectáculo del vandalismo en la ciudad de México durante la ceremonia de cambio de poderes.
Es absolutamente vergonzoso lo que ha pasado. Hacen lo correcto los periodistas, los políticos, los empresarios y los usuarios de la redes sociales que condenan los hechos y que exigen castigo a los responsables.
Pero así como es inaceptable culpar al “gobierno represivo” de Peña Nieto de lo que pasó, resulta absurdo decir que el responsable es Andrés Manuel López Obrador porque este insiste en no reconocer al priista como presidente.
¿Debería Andrés Manuel aceptar a Peña Nieto como legítimo titular del poder ejecutivo? Debería, sin duda. Pero si AMLO no quiere hacerlo, ni hablar, muy su derecho y muy su estrategia política.
Por lo que respecta a Peña Nieto va a tener que trabajar, aceleradamente, en mejorar los sistemas de inteligencia del gobierno mexicano para que hechos tan terribles no vuelvan a presentarse. Tiene con qué hacerlo, sobre todo gente capaz a su lado, como Miguel Ángel Osorio Chong y Manuel Mondragón.
¿Que Andrés Manuel quiere que renuncien Osorio y Mondragón? Ni modo, es derecho de Andrés, como mexicano, exigir lo que se le pegue la gana a su gobierno, siempre y cuando lo haga, como invariablemente lo hace, de manera pacífica y sin violar las leyes.
Que hubo manos y mentes perversas detrás de la violencia del primero de diciembre, no hay la menor duda. Alguien con poder y recursos usó al #YoSoy132 y a otros grupos radicales como carne de cañón para lanzar un mensaje amenazante a Peña Nieto. El presidente y su equipo tendrán que encontrar a los responsables y castigarlos. Porque México no está para más shows como el de ayer sábado.