“No busco popularidad, sino cambiar a México”, dijo el presidente Enrique Peña Nieto al periodista norteamericano Charlie Rose. No puede haber la menor duda acerca de que lo afirmado por EPN es la verdad. Él ha decidido hacer lo correcto, aunque tanta gente tan poderosa se moleste.

La disminución en los niveles de aceptación del presidente se explica, como él mismo lo dice, “en gran medida” por las reformas estructurales, es decir, por la transformación del país que “ha enfrentado resistencias de diferentes grupos que están siendo afectados en sus intereses”.

Es lo que México necesitaba: un gobernante capaz de sacrificar los aplausos. Ha sido posible por el propio sentido de responsabilidad del presidente Peña Nieto, y también por el acierto de haberse rodeado de políticos sin vocación populista o populachera, como su principal operador en el tema de las reformas, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, un funcionario al que si de algo se acusa es de no ser amiguero con los empresarios y los periodistas, es decir, de no dedicar la mayor parte de su tiempo a comer o tomar la copa, o al menos el cafecito, con los que mandan en los negocios y más influyen en los medios.

Ha habido en México una especie de poder por arriba del poder legalmente constituido que exige, además de privilegios económicos y políticos, grandes atenciones de parte de los funcionarios públicos. El gobierno, piensan los poderes fácticos, debe favorecerlos en todo y también, faltaba más, está obligado a dedicarles el tiempo y el trato cariñoso que exigen las novias –o los novios– especialistas en el arte del capricho y las veleidades.

Como no se puede cambiar a un país tan complicado perdiendo el tiempo en satisfacer los antojos de gente acostumbrada a hacer su santa voluntad, Peña Nieto aceptó simplemente pagar el precio de hacer lo correcto.

Las presiones que ha tenido que soportar el gobierno de Enrique Peña Nieto han sido enormes. Tuvo que padecer el enojo de los maestros que desquiciaron el Distrito Federal, la rabia de los hombres y las mujeres de negocios que no quieren pagar impuestos… y sobre todo la incomprensión –y aun el oportunismo– de la izquierda que ha usado la reforma energética para manipular a la gente que confunde el nacionalismo con la existencia de monopolios estatales y que, llevada al fanatismo por los mensajes de sus líderes, apoya abiertas violaciones a la ley porque le parecen legítimas acciones de resistencia, como en Michoacán con el caso del doctor Mireles.

Ahora, en la semana en que se discutirá la legislación secundaria de telecomunicaciones, las presiones son mediáticas. Son presiones sencillamente brutales. Las generan dos poderosos monopolios enfrentados entre sí a los que conviene que todo se enrede.

Para ilustrar lo que está pasado cito lo que hoy leí en la prensa a favor o en contra de Emilio Azcárraga y Carlos Slim promovido, en unos casos, por el propietario de Telmex, y en otros por el dueño de Televisa. En efecto, no me creo el cuento de la objetividad periodística en estos temas.

1.- El normalmente ponderado Carlos Mota, columnista de El Financiero, ha escrito este martes verdaderas ofensas contra Carlos Slim. Habla del “obscuro camino”, del “camino de la opacidad selectiva” que ha recorrido uno de los más talentosos empresarios mexicanos al que Mota, alejado de toda prudencia, abiertamente acusa de haber procedido sin ética. ¿Se toma en serio a sí mismo Carlos Mota al hablar de que se ha “desenmascarado” la ilegal relación Dish-Telmex? Digo, eso lo tendría que decidir en última instancia el poder judicial, no un columnista. No parecen palabras de un periodista objetivo las siguientes: “Estamos hablando del hombre más rico de México y la fortuna que construyó utilizando esquemas que incluyen la simulación para la obtención de un beneficio que está prohibido en la Constitución, como la utilización gratuita de los canales de TV abierta”. Se pasó mi amigo Carlos Mota. No entiende que se necesita mucho más que varios o muchos periodicazos para acabar con un hombre tan relevante como Slim 

2.- En Milenio, Joaquín López-Dóriga también se lanza contra Slim. Según López-Dóriga, “en vísperas del periodo extraordinario para aprobar las leyes secundarias de la reforma constitucional en telecomunicaciones, hay una ofensiva final de Los Chuchos y de Juan Molinar Horcasitas, con su operador Mony de Swaan, ex presidente de Cofetel, para favorecer a la telefónica dominante y Dish, su aliada y, ahora se documenta, asociada, en la televisión de paga”. No sorprende que López-Dóriga diga lo mismo que Mota: “En junio de 2013 se publicó la reforma constitucional en materia de telecomunicaciones, que estableció la pérdida de las concesiones para aquellas empresas que violaran sus títulos de concesión y la ley, lo que se pasaron (Telmex y Dish) por encima, o por debajo, como se quiera ver, manteniendo la sociedad en secreto”. En opinión de López-Dóriga, en el Congreso están “todos a favor de Telmex”.

3.- No es lo que piensa una colaboradora de Reforma, Clara Luz Álvarez, que más bien ubica a todos los legisladores, y en general a todos los políticos en el poder, en la trinchera de Televisa. Después de afirmar, exagerando bastante la nota, que en Los Pinos se vive como en la “más insultante de las monarquías francesas previas a la Revolución del 14 de julio”, la señora Álvarez dice que con las leyes secundarias en telecomunicaciones vienen cinco “regalos” –cinco, conste, no un solo regalo– a las televisoras. Son regalos que, así lo dice doña Clara Luz, en nada beneficiarán a la sociedad. Según ella, pronto sabremos si los cinco regalos se materializan o bien si “logró sobrevivir el interés general”. No es cierto lo que dice la articulista de Reforma, claro que no. Pero lo dice porque otros lo han dicho.

4.- En el noticiero de Carmen Aristegui, la presidenta del Observatorio de las Telecomunicaciones de México, Irene Levy, comentó que lo único que hay es un dilema legislativo: Si se define en la legislación que la preponderancia sea por servicio, Televisa será declarado preponderante en TV de paga y abierta, pero si se define por sector, Televisa no sería declarada preponderante en televisión de paga y "se cae preponderancia en radiodifusión", con lo que ya no se establecerían medidas regulatorias en su contra. Aristegui, que colabora en una radiodifusora ligada empresarialmente a Dish, y por ahí ligada también de alguna manera a Slim, se ha doctorado en cuestionar a Televisa y a Emilio Azacárraga. No le ha hecho nada a este empresario, que como Slim también sabe resistir las críticas.

5.- La opinión de Irene Levy coincide que el punto de vista de la empresa de televisión satelital Dish, que ha sido acusada de tener relaciones no legales con Telmex. En un comunicado, Dish demandó a los legisladores establecer en la ley de telecomunicaciones y radiodifusión que la preponderancia sea por servicios y no por sector para no favorecer a Televisa.

Qué difícil situación. Cualquier cosa que pase con las leyes secundarias de telecomunicaciones, habrá gente poderosa molesta. Gente con poder económico y con gran capacidad para expresarse en los medios que, encolerizada y hasta frustrada, no vacilará en agredir en prensa, radio, TV e internet a Enrique Peña Nieto. Lo más probable es que se genere algo así como un consenso acerca de que se cambiaron las leyes para favorecer a Televisa. No será cierto, pero ya veremos que para muchos, sobre todo en las redes sociales, esa será la única verdad.

En la etapa final de las reformas estructurales la popularidad del presidente de México seguirá bajando. Era el precio que Enrique Peña Nieto debía pagar por simplemente hacer lo correcto. Ya tendrá tiempo de corregir la situación.

Operadores políticos competentes para esa tarea, la de elevar la popularidad del presidente, hay muchos cerca de EPN. Pienso en Miguel Ángel Osorio Chong, en Manlio Fabio Beltrones, en Ivonne Ortega, en Jesús Murillo Karam… Bueno, Murillo Karam está en las mismas que Peña Nieto y Videgaray: le toca dar la cara en temas tan “impopulares” como el de poner en orden a “revolucionarios idealistas” como José Manuel Mireles. Que el comisionado Alfredo Castillo sea el primer criticado por meterse con el “Nelson Mandela de Tepalcatepec”, no le quita presiones al procurador general de la República. Es fundamental para la paz social que Murillo Karam resista.

¿Qué pasará si el gobierno no recupera la popularidad perdida por simplemente hacer bien su trabajo? Nada grave. Podría el PRI no ser exitoso en las próximas elecciones, pero eso sería un problema del PRI, no de México.

Lo importante es que México salga adelante. Si la nueva nación la va a gobernar la izquierda, que así sea. ¿Y si vuelve el PAN al poder? Que vuelva si es lo que los ciudadanos quieren. Para eso es la democracia.

Eso sí, lo deseable será que, de ahora en adelante, todos los gobiernos sean capaces de entender que vale la pena sacrificar popularidad. Ya aprenderán los ciudadanos a no castigar a los políticos que sí hacen bien su trabajo.