A partir del Grito de Independencia, Miguel Hidalgo empezó a andar las comunidades sumando adherentes de distintas procedencias, había desde hacendados locales, indígenas, campesinas/os y presidiarios que habían sido encarcelados porque la pobreza se criminaliza desde la Nueva España, su forma de convencerlos de sumarse a la causa revolucionaria fue escuchando, dialogando y recogiendo las necesidades más sentidas del pueblo.

Así fue como elaboró el programa revolucionario que incluía la abolición no solo de la esclavitud (que es lo que siempre nos enseñan en los libros de texto) sino también la sociedad de castas, a los criollos y mestizos les hizo añorar una noción de Patria donde podrían ocupar lo que hoy conoceríamos como clase media.

La resistencia de Benito Juárez tras la larga persecución imperialista no habría sido posible de no haber sido por el pueblo mexicano integrado por toda la pluralidad ya no de castas sino de clases y de sectores sociales, que sabía que su disyuntiva estaba entre apoyar al imperio y dar por terminado el sueño que hacía menos de 50 años había iniciado Miguel Hidalgo, o apoyar al Presidente Juárez, esconderlo, alimentarlo, informarle, combatir a su lado para defender ese, su cachito de Patria, que la Constitución de 1957 les garantizaba.

Ricardo Flores Magón se pronunció anarquista, tenía dialogo epistolar con los anarquistas europeos, y aún así el programa político del Partido Liberal Mexicano era reformista, apelaba al respeto a la democracia liberal y la defensa de la propiedad privada, lo hizo así porque en su larga lucha de resistencia a la dictadura de Díaz había recogido el sentir del pueblo y si su convicción era de poder, que lo era, entonces no lo podría hacer apegado a su postura ideológica sino a la plataforma consensuada con el pueblo.

Cuando Andrés Manuel López Obrador apela a la democracia participativa en los temas más relevantes de la vida pública y pide escuchar la opinión de la gente sobre el juicio a los ex presidentes, detener la construcción del aeropuerto o construir el Tren Maya, etc, porque sabe que es el pueblo el que determinará la profundidad de los cambios, porque entiende que si un proceso transformador no está respaldado por el pueblo ese proceso fracasará.

Enjuiciar a los expresidentes por corrupción será muy legal, pero jamás ha sucedido, los expresidentes no son ciudadanos comunes, son por principio dirigentes de un sector de la población pero también, como resultado de las puertas giratorias, fenómeno de la corrupción neoliberal, líderes de un sector de la oligarquía toda vez que fueron de los principales beneficiados de las privatizaciones haciéndose accionistas de más de un negocio; en otras palabras son un poder fáctico que, si las instituciones encargadas de la procuración de justicia inician el proceso de enjuiciarlos sin el masivo respaldo del pueblo, esos procesos no prosperarían y habría incluso el riesgo de escalar en la confrontación.

 

Cuando AMLO recupera el postulado: con el pueblo todo, sin el pueblo nada, no lo dice de forma demagógica, ni metafórica.