Por ahí leí que Claudia Sheinbaum hizo una pausa en sus recorridos de campaña para prepararse. Se acerca el segundo debate presidencial y dedicará tiempo a ensayar asesorada por especialistas que colaboran en su equipo.

En algún lado me enteré de lo que dijo Xóchitl Gálvez acerca del próximo enfrentamiento dialéctico entre las dos candidatas y el inexistente señor de MC: que la discípula de Claudio X. no hará caso a gente conocedora del tema porque en el debate simple y sencillamente va a ser ella misma.

Resulta curioso que esté tomando tan en serio la preparación para el segundo debate la candidata que está en plena forma y que realmente no necesita mayor entrenamiento. Explicaré en pocas palabras por qué lo digo.

Los ataques políticos o personales son lo más difícil de superar en los encuentros cara a cara entre personas que aspiran a un cargo de elección. Los y las especialistas en estrategia anticipan las agresiones y diseñan respuestas que minimicen el daño y que aun se transformen en ventaja.

Como Sheinbaum ha recibido una excesiva cantidad de ataques desde que llegó a la jefatura de gobierno de la CDMX, ha aprendido a refutarlos todos. Lo ha hecho prácticamente cada día durante años. Con la excepción del presidente López Obrador nadie ha recibido tantos golpes, la mayoría sucios. Así que las reacciones ante los ataques las tiene más que estudiadas y, la verdad de las cosas, resulta prácticamente imposible que la aspirante de oposición se saque de la manga una nueva agresión, esto es, realmente distinta a todo lo que hemos leído a lo largo de ya casi un sexenio en columnas periodísticas y escuchado en noticieros de radio y televisión y en redes sociales.

No es siquiera imaginable, a estas alturas del partido, que quienes se oponen a la 4T sean capaces de inventar una calumnia que pueda considerarse original: ya agotaron su catálogo de infamias y, la verdad de las cosas, no hicieron daño. Cada día vemos la publicación de encuestas que consolidan la enorme ventaja de Claudia sobre Xóchitl y que inclusive la incrementan, como la de hoy de Consulta Mitofsky en el diario El Economista.

Por su parte, la que sí necesita que sus preparadores le cambien el estilo que no ha dado resultados positivos para ella es Xóchitl Gálvez. Pero ya dijo que no le hará caso a nadie, es decir, que se va a presentar en el debate para decir y hacer exactamente lo que ha dicho y hecho en estos meses de campaña y que la tienen muy abajo en las encuestas.

¿Cuál es la verdadera Xóchitl que no entrenará para no alterar su esencia vital? La que se saca el chicle de la boca y lo pega en el mobiliario a la vista de todo el mundo, la que fascinada por sus ocurrencias recurre al albureo vulgar, la que se considera graciosa por decir en público “chingado”, “pendejo”, “güeyes”.

La Xóchitl verdadera tira las botellas de agua en los atriles, como en la convención de los banqueros en Acapulco; es la candidata X que pone de cabeza a la  bandera nacional, como en el primer debate. La Xóchitl genuinamente Xóchitl no sabe improvisar: lee en sus presentaciones, en papel como en el anterior enfrentamiento entre aspirantes presidenciales, o en el teleprómpter, que tiene la desventaja de que si se apaga por cualquier razón ella se queda muda.

En fin, Xóchitl no entendió que perdió el primer debate por falta de preparación y ahora de plano renuncia a los entrenamientos. Después del primer debate, que Claudia ganó aplastantemente, creció la ventaja de la candidata de Morena, y aunque no necesita mayor capacitación porque ha entrenado de sobra para debatir durante sus años como jefa de gobierno, está haciendo la tarea con la disciplina que le llevó a realizar un complejo doctorado en energía en la UNAM y en uno de los laboratorios de investigación en química y física más importantes del mundo.