Soy psicóloga de profesión. He visto y conocido las implicaciones y secuelas que padecen las personas que sufren violencia psicológica. Van desde la neurosis, baja autoestima, miedo, ansiedad y depresión.

Me parece que 6 años han sido demasiados como para no aceptar  que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido responsable de nuestro estado mental.

Y yo sé que no se le puede responsabilizar al 100 por ciento si los mexicanos padecemos uno o todos los síntomas que he descrito en líneas anteriores: Tiene que ver con nuestra niñez, con nuestras carencias afectivas y emocionales, con nuestras pérdidas, la situación económica y familiar que vivimos, etc.

Y ni hablar del impacto psicológico que generó en nuestras vidas la pandemia. Creo que todos salimos mal de ella. No me queda duda.

Pero creo que quien ha abonado a nuestro deterioro en nuestra salud mental ha sido el presidente.

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Nos ha tenido durante 6 años taladrándonos la mente con su discurso cargado de odio, con su errático comportamiento, con su impulsividad y su falta de control emocional.

En mi caso les puedo decir que, al no contar con seguro de gastos médicos porque me fuer impagable, y habiendo padecido cáncer de mama hace 20 años, ahora como nunca he sentido una sensación de terror y abandono pues sé que si requiero de hospitalización o atención médica urgente, no la voy a obtener si la busco de manera pública.

Eso francamente me ha tenido muy ansiosa en estos últimos tiempos. Y no, la verdad no creo que el sistema de salud como el de Dinamarca vaya a ser una realidad para septiembre (nueva fecha) que propuso nuestro líder de la nación. He ido a hospitales públicos en recientes fechas y sí que se ve muy lejana la idea.

Y luego ,pues diariamente saber que el que guía de esta nación está colérico, vengativo, resentido con los que no votamos por él, me hace sentir que mi país está dividido, me siento lejana de los otros y siento que los otros se sienten lejanos de mí.

Y yo sé que podrán decirme que cómo es que mi salud mental no es perfecta y equilibrada siendo psicóloga.

Y pues desgraciadamente los psicólogos también nos deprimimos y también pasamos por periodos de ansiedad.

Hoy por hoy estoy lidiando con mi estabilidad emocional. La depresión se apodera de mí y no puedo a veces ni siquiera ponerme de pie porque no encuentro la salida. Me cuesta mucho comer y seguir. Pero me pongo de pie todos los días a veces con más dificultad que otros días, me preparo mi café y leo y escucho las noticias, cambiándole a los canales de televisión con la rapidez que me dan mis dedos para no toparme las mañaneras.

Porque antes las veía, les he de confesar. Al principio eran entretenidas, ver cómo el gran show man que es López Obrador ejecutaba algún acto sorpréndete, cómico y musical.

Después me dejó de dar risa. Llegó la pandemia y los muertos a nuestro alrededor, mientras que el presidente decía que pues que no era para tanto y que saliéramos todos a la calle.

Después me dejó de dar risa cuando un familiar mío murió por Covid, y luego otro y luego otro y luego lo tuve yo desencadenando en una neumonía en donde dos ángeles míos financiaron mi estadía en un hospital privado de la CDMX porque si hubiera sido público no les estaría escribiendo ahorita .

Después me dejó de risa cuando el metro colapsó.

Recuerdo que me quedé helada cuando vi la noticia. Tantas veces había viajado en el junto a mi padre en mi adolescencia. Tanta gente. Vidas perdidas.

Entonces lo que antes daba risa, me llenaba ya de coraje y de rabia.

Y el propio presidente lo dice y lo asegura riéndose; “Es que hago enojar mucho a la oposición con mis mañaneras, hacen muchos corajes”.

El propio presidente lo sabe. Entonces ¿por qué no tiene la capacidad mental para por un solo día dejara el discurso de odio? Está en sus manos y es su decisión pero él no quiere.

Piensa que si deja pasar un día sin hablar mal de la oposición, la tiene perdida.

Entonces yo ya evito verla, aunque es tan mediática y poderosa su mañanera  que por un lado y por otro lado termina uno enterándose de lo que dijo.

Lo curioso es que es un presidente que se auto nombra humanista y ha hablado del amor al prójimo. Pero no lo ejecuta. Pero creo que a nadie ama.

Probablemente se ama tanto a sí mismo que no le queda espacio para amar genuinamente a todos.

Los que lo conocen me cuentan que adora a sus hijos y que es un gran papá, pero a mí eso no me sirve para nada.

Necesito que me ame a mí. Sí… a esa Claudia que le cuesta amarlo a él. Pero eso sería prácticamente imposible.

Sí, yo sí creo que nuestra quebrantada salud mental tiene que ver con el presidente que tenemos.

Y si a eso además de todo y “para acabarla” como decía mi mamá, también hay desabasto de medicamentos psiquiátricos, y si a eso le sumamos que los índices de suicidios han aumentado en nuestro país, y que cada vez hay más jóvenes que se quitan la vida, pues es una bomba en constante ebullición.

Ojalá el presidente se reconectara con Jesús (no, Jesús Ramírez Cuevas, no) con nuestro señor Jesús para que deje a un país pacificado en esta transición de poderes que habrá en unos meses en este país.

Que lo haga en nombre de Dios, de sus nietos (no creo que él quisiera que su nieto vivan tanto odio como el que se vive hoy en día en México)... Que lo haga en nombre de Jesús Ernesto que seguro hoy por hoy tendrá una vida llena de bullying porque los jóvenes hoy en día no tienen piedad para agredir a otros y solo saben de odio y violencia.

En fin, que los que de este lado nos encontramos medio rotos emocionalmente tenemos que reconstruirnos: Ir a terapia es una opción, hay terapias gratuitas, hacer un poco de ejercicio, tener un proyecto de vida, conservar la esperanza y mantener la ilusión.

Y si son creyentes, rezarle a Dios y pedirle no nada más por nosotros sino por el presidente.

Al final ni es tan feliz como dice ni duerme tan en paz como nos cuenta.

Y por cierto, es cuanto.