Las cosas parecen no haber cambiado mucho hoy 9 de Marzo. Me levanto sabiendo que miles de mujeres marcharon ayer pero tengo la sensación de  que el camino todavía es mucho muy largo.

Un día después de la marcha, despierto sintiéndome indignada y violentada por este presidente, al haber desmontado nuestra bandera de su mástil. Otra señal más de él de provocación, de desdén, de repudio hacia las mujeres.

A mí no me vengan con que el presidente es el más feminista de todos los tiempos. Es el presidente que más ha sobajado a las mujeres con tal de que le aplaudan y lo adulen.

A veces pienso que la gente que tiene poder le gusta mucho  esto:  Que las mujeres los adulen y se pongan de tapete con ellos. Qué horror. Me parece tan indigno.

Un día después de la marcha miro con dolor las imágenes que circulan ya en redes sociales  de  unos policías en Zacatecas arrastrando a una mujer por la calle, sin piedad, sin que nadie pudiera defenderla. Veo esto y pienso con el corazón roto: “nada ha cambiado”.

Un día después de la marcha me pregunto si acaso el hombre que me violentó hace unos días leyó mi columna de antier en donde expuse mi caso.

Tengo la esperanza de que la haya leído y haya entendido que no voy a permitirle un acoso más. Deseo que haya recapacitado y luche por su esposa y su familia.

Un día después de la marcha, me pregunté si aquel tío mío con el que terminé acostada en su cama cuando yo tenía 9 años, de casualidad haya leído mi columna y se haya dado cuenta que todavía recuerdo con horror ese momento pero que aquí sigo, para darle la cara , mirándolo de frente y con valor e incluso hasta con lástima.

Lástima porque creo que para que un hombre tenga que intentar abusar de una niña debe de sentirse el hombre más estúpidamente horrible de este planeta. Lo lamento por él.

Un día después de la marcha, recordé también  el bullying que sufrí en la secundaria por muchachos a los que les parecía yo horrible y me decían cientos de insultos: “Orangután” o “eres horrible”, por ejemplo.

Hoy sé que soy una mujer hermosa, inteligente y digna de ser amada y tan poderosa que todavía puedo sentir  amor por aquel que se burló de mí en la secundaria.

Un día después de la marcha entiendo que el feminismo no es una lucha contra los hombres, es una lucha por la libertad. Libertad para poder ser y actuar sin ser acosadas, sin ser abusadas, sin que nuestras vidas corran peligro.

Un día después de la marcha siento una lejanía brutal ya no se diga de Andrés Manuel López Obrador sino de la futura candidata a la presidencia Claudia Sheinbaum. No dijo nada. No se asomó ni por error.

Me da ternura también ella. Es una mujer que está secuestrada, políticamente hablando. Que se le usa y también se le abusa para los fines de su jefe-líder.

No es algo que ella quiera hacer pero no encuentra la salida. Así la percibo. Básicamente me hubiera gustado marchar también por ella, no contra ella.

Un día después de la marcha tengo esperanza en que este mundo cambie para las mujeres pero que también las mujeres dejen de agredir y violentar a otras mujeres.

Es difícil hacerlo cuando vemos con toda claridad que Claudia Sheinbaum está absolutamente sometida a lo que su líder-patrón-padrino le diga o le mande hacer.

Dan ganas de gritarle que se salga de ahí.

Pero tiene miedo. En el fondo pienso que tiene miedo. Sabe que sin la mano de su figura paterna obradorista, no podrá caminar y ser.

Eso nos pasa a las mujeres cuando entramos en un círculo de violencia. Pensamos que no podremos andar por nosotras mismas.

Un día después de la marcha despierto y me doy cuenta que ser mujer es todo un reto. Me doy cuenta que hay que trabajar muy duro para que los hombres no confundan amabilidad con coqueteo y otras cientos de cosas.

Un día después de la marcha no me olvido de todos los rostros que vi en la marcha pegados o impresos en cartulinas y playeras de mujeres que salieron de sus casas para ya nunca más regresar.

No me olvido de todas las mujeres que trabajan para el presidente que tienen que ser abyectas y obedientes porque de lo contrario pierden su trabajo. Entonces más y más cada vez más tienen que cantarle al líder de la nación, canciones de amor, recitarle poesía y decirle a las cámaras cuán bello y adorable es.

Un día después de la marcha no me olvido de mi hermana que yace en una estrella hoy  quien también aguantó durante años  violencia y maltrato de parte de un hombre al que ella adoraba con toda el alma.

Un día después de la marcha, me cuesta empezar de nuevo. Pero por mí y por mi hija, por todas las mujeres que ya no están y por las que quedamos, hay que seguir tendiendo lazos y puentes de amor unas con otras. Solo así resistiremos.  Y alzar la voz. Es nuestra única salida.

Un día después de la marcha el presidente nos quitó nuestra bandera nacional pero no el amor por México y por otras mujeres no. Él es muy pequeño comparado con nosotras.

Un día después de la marcha pienso que todas aquellas personas que no son mujeres pero han decidido serlo también cuentan con mi apoyo y mi solidaridad y sororidad.

Fuerza, unión y sororidad. Ayer lo comenté en X y hubo mucho enojo a mi tuit. Me decían que una persona trans no podía marchar en la marcha feminista. Me parece que tienen todo el derecho de hacerlo. Es hora de dejarnos de agredir.

Sueño y anhelo un país donde aquella mujer que llegue a la presidenta tenga ganas de acercarse a nosotras y escucharnos. Quizá pueda ser posible.

Es cuanto.