Con el

paso del tiempo, cada vez más personas se concentrarán en las metrópolis. Se

estima que para 2050, el 70 por ciento de la población mundial será urbana y

sólo el 14 por ciento vivirá en el campo.

Hace 30

años un pueblecito de pescadores en China llamado Shenzhen, trazó y se apegó a

un plan. Hoy es una megalópolis de 15 millones de habitantes.

Muy pocas

cosas son obra de la casualidad, por ello, y apelando a la prospectiva

inexistente en la clase gobernante desde que nos impusieron el neoliberalismo

hace 27 años, mi propuesta se basa en tres ejes estratégicos para colocar a la Ciudad de México entre las

20 grandes capitales del mundo en 2030 en términos de desarrollo económico,

urbano y social.

El primero

es comenzar a cambiar la realidad dando paso a la economía basada en el

conocimiento, generadora de empleo de alta calidad, que produzca bienes y

servicios para los sectores estratégicos. La intención es elevar en un 100 por

ciento el PIB del Distrito Federal en 20 años; lo que tampoco es mucho. China

lo duplica cada 10 años.

A fin de

terminar con la práctica del "bomberazo" en materia urbana, nuestra prospectiva

incluirá un plan de desarrollo urbano que permita alcanzar un equipamiento

similar al que se encuentra en la Unión Europea en dos décadas.

Se buscará

terminar con las lacerantes desigualdades entre las actuales delegaciones,

creando demarcaciones territoriales con desarrollo equitativo, transporte

eficiente y servicios de alta calidad. No puede ser, por ejemplo, que

Iztapalapa, con una población de casi dos millones de habitantes, no tenga un

gran polo desarrollo económico.

Relativo

al eje social, pretendemos instaurar un sistema de seguridad social universal

además de incrementar significativamente la calidad en la educación que reciben

las nuevas generaciones y abrir un segundo eje de lo político para involucrar a

los ciudadanos y a las organizaciones sociales en la gestión de sus demandas;

sólo así podremos alcanzar ciudadanía plena a fin de elevar la cohesión social.

Por ello,

resulta indispensable atraer al centro de lo político a la ciudadanía, único

camino para obtener niveles de vida de ciudades globales como Nueva York,

Londres o Berlín.

El

autor es coordinador Grupo Parlamentario del Partido del Trabajo en la ALDF