Las
elecciones que se llevarán a cabo el próximo 24 de octubre en el Distrito
Federal significan el inicio de un cambio en la concepción y ejercicio de la
democracia y la forma de gobernar.
Los
datos y el análisis son contundentes respecto a la percepción que se tiene de
nuestro sistema político en el extranjero. El coordinador residente de la ONU
en México, Magdy Martínez-Solimán, señaló como los temas pendientes del país la
calidad de la democracia y sus gobernantes, pues la ciudadanía no se siente representada.
De
unos años a la fecha, un gran porcentaje de los ciudadanos no participa en las
votaciones y en las últimas dos encuestas de Latinobarómetro, la democracia
vigente fue rechazada como el tipo de régimen que la población escogería como
capaz de resolver sus problemas.
En
ese contexto, la Ley de Participación Ciudadana promulgada por la Asamblea
Legislativa se presenta como una alternativa real. Estoy convencido que con el
paso del tiempo, la participación ciudadana permitirá a los habitantes de la
capital formar parte de un proyecto, identificarse con él y despertar fidelidad
por objetivos comunes encaminados a mejorar su entorno y condiciones de vida.
Si
bien será difícil evitar que algunos partidos y políticos locales mediante
prácticas anquilosadas intenten sacar provecho de un proceso encaminado a terminar
con la apatía, abandono, paternalismo, clientelismo y dependencia respecto a
los gobiernos, no debe privar el desánimo.
Los
habitantes del Distrito Federal tienen la obligación de formar sus planillas y
contender, al margen de las fuerzas políticas, para integrar los comités
ciudadanos.
Entre
instancias de gobierno y ciudadanos debemos dar la batalla por terminar con la
distribución cada vez más inequitativa de capacidades ciudadanas relativas, es
decir, la tendencia marcada hacia la divergencia en el empoderamiento de unos
cuantos y el desempoderamiento de muchos; modificar por fin la oligárquica democracia
liberal existente.
Las
transformaciones sociales profundas toman siglos. Por citar un ejemplo, desde
las primeras burguesías comerciales del norte de Italia, al capitalismo le tomó
siete siglos llegar a su estado actual. No debemos arredrar esfuerzos. El
pesimismo en nada abona a las causas populares.
La
organización de los individuos así como la definición de objetivos comunes es
indispensable para mejorar la calidad de vida de un pueblo. Con la
participación decidida de los ciudadanos podremos arraigar la nueva democracia,
la posliberal participativa, en las comunidades y organizaciones sociales y
cívicas. Por ello, el 24 de octubre de 2010 representa fecha histórica en la
vida política de nuestro país.