El amanecer después de tu muerte es gris. La noticia nos deja con un

vacío infinito, temblorosos y consternados. Tenemos la misma piel y las mismas

ignominias. Todo queda igual. Siguen los neonazis preparando sus fusiles para

asesinar a mi gente en la frontera de Arizona. Te vas porque te llegó la noche

y es momento de nacer. Me gusta pensarte con tus enormes lentes que escrutaban esos

laberínticos pensamientos. Eres, en el estricto orden literario, un oasis.

Podríamos inventar cualquier escusa, o hasta olvidar tu muerte porque nos

quedan tus textos. También nos queda la miseria o la decadencia de algunos

hombrecillos que tiene el poder. No voy a pronunciarme de este modo, no en este

momento, Maestro.

Sucede que tengo un nudo en la garganta. ¿Cuántas cartas te escribí y

tuviste a bien contestarlas? Además de todo, siempre fuiste un caballero. Esa

lucidez, esa magia con la que entretejías pensamientos y los traducías a

palabras. Hoy ya no estás aquí, en este mundo que yace sin tu voz. Las cosas

siguen igual. Se venderán más tus libros. Y es algo digno, porque las ideas las

eternizaste con tus letras. ¿Tienes idea de a cuántos de nosotros inspiraste?

Te vas sin irte nunca. En eso radica tu magia. Aún tengo "Cuadernos de

Lanzarote" estampado con tu firma. Tu caligrafía era extraña. Misteriosa. Y te

digo todo esto porque entiendo los ciclos de la vida. Pero no por entender,

deja de doler. ¿Habrá fuegos que quemen tu partida? ¿Qué sucede en el instante

final, en el momento en que llega a término la vida de un hombre como tú?

El arte de escribir consiste, frecuentemente, en una forma de historia.

Convertir en palabra escrita la vida propia para los demás, para dar la versión

propia de la existencia íntima de uno y de los demás, es un bello oficio. ¿Y cuál

es la mayor revelación de la importancia de estar vivos? ¿La muerte? ¿Vivir

hasta morir? ¿Escuchar el canto del cisne que se pierde en aguas lejanas para

morir después en silencio? ¿El último canto?

Ahora eres estrella, o nube. Ahora estás llegando a donde debes llegar.

Y el mundo, para los que aún quedamos aquí por un tiempo, sigue igual. "¿Qué

clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a Marte y no hace nada para

detener el asesinato de un ser humano?" Es un mundo complejo, Maestro. Hemos

perfeccionado cualquier número de armas para matarnos entre nosotros. Somos las

únicas bestias que hacemos eso. De eso se trata la "Civilización". Aún vivimos

en ese mundo de ciegos que proponías, aquellos que ven, pero no miran. Aún

mueren niños injustamente, hombres y mujeres. Aún seguimos perdiendo el respeto

a la vida.

Después de tu muerte, todo sigue gris. No habrá forma de tapar tu

ausencia. De nada sirve encender los inciensos o los sirios. Tu muerte es un

pretexto para ser testigos de cómo te desdoblas en cada una de tus letras, y

nos hablas. Me quedo con eso. Sabiendo que no habrá sepulcro que te tape por

completo. Jamás el polvo de oro regresó para vivir. Tal vez donde estés,

arrancarás las paredes de dios o sus ropajes. Y sigas mirando, testigo

silencioso, detrás de esos enormes lentes escrutadores, las balsas de piedra, o

los viajes del elefante; divertido, con tu sonrisa infinita, con tu tinta y tu

barro, hermoso José, inolvidable Maestro.

Hasta siempre Comandante José Saramago.