Con el asesinato de 16 jovencitos integrantes de un equipo de fútbol juvenil en Ciudad Juárez, nos damos cuenta que no hay nada que celebrar. Ni la evolución positiva de Salvador Cabañas, ni el partidazo que jugó el "Chicharito" el sábado. Se aguó la fiesta.

Y es que el estado fallido mexicano y todas sus consecuencias abarcan desde el más poderoso, como Cabañas, hasta al más humilde jugador de fútbol amateur. La violencia desbarrancada en que el inepto Calderón sumió a nuestro país en aras de su empantanada "guerra contra el narco" ha alcanzado ya de pleno a lo que más nos apasiona a muchos: el deporte.

Eso sí, ni de broma se le dio la magnitud al asesinato de los jovencitos futbolistas que se le brindó al caso Cabañas. Cuestión de rating y de guardar las malditas apariencias, pues.

Eso sí, los elementos conservadores más ruines, de esos que abundan en el anonimato del Internet, piden, suplican que no se "magnifique" esta masacre de 16 jóvenes, que se sumó a otra de 10 en Torreón. ¿Hasta donde puede llegar su fanatismo y estulticia? Misterio...

Al paso que vamos, nunca volveremos a tener a otro Humberto Suazo, a otro José Saturnino Cardozo o a otro Chava Cabañas en el fútbol mexicano. Después de todo, ¿quién va a querer venir a vivir a este muladar de país después de esto?

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