Hace unos díastransmitieron por Efekto TV -excelente canal, pésimo nombre- uno de los mejores reality showsque he visto, titulado Filthy rich and homeless("Asquerosamente ricos y sin casa"), producido por la BBC.

El programa es protagonizado por cinco millonarios ingleses, con enormes prejuicios contra los pobres, que aceptan el desafío de sobrevivir diez días sin dinero y sin casa en las calles de Londres, conviviendo con otros vagabundos. El reto está inspirado en el programa Urban Plunge("Caída Urbana"), donde estudiantes estadounidenses viven dos días como vagos para experimentar la vida desde la marginalidad.

Las reglasson sencillas: a los participantes sólo cuentan conla ropa que llevan puesta, una bolsa para dormir,se les quita el dinero y tienen prohibidopedir cualquier tipo de ayuda a sus familiares y amistades.

Entre los adinerados se encuentra Darren, un empresario cuarentón que no comprende cómo las personas sin casa no pueden escapar de su situación y Ravi, otro emprendedor que hizo su primer millón a los quince años y considera fracasadas a las personas indigentes. Durante el primer día, Darren y Clementine (hija del popular presentador de televisión Alistair Stewart) son los primeros en perder la paciencia. El rechoncho y feliz Darren termina llorando inconsolable, como una niña pequeña, por teléfono con su madre; la mimada Clementine entra en un estado depresivo, incapaz de hacer algo y prefiere romper las reglas. Ravi, uno de los más arrogantes, hace todo lo posible explotar sus cualidades de empresario y busca hacer algo de dinero con su ingenio, pero fracasa estrepitosamente; su actitud triunfante se transforma en franca impotencia. Charles, un junior acaudalado de 19 años, se ve obligado a humillarse pidiendo limosna a los paseantes.

A lo largo de los programas los ricos aprenden una dura y muy merecida lección de humildad: experimentan en carne propia el estigma de la pobreza. Se dan cuenta de sus frívolos estilo de vida y de sus estereotipos dañinos. Uno a uno, reconocen el inexorable círculo de pobreza al que son arrastrados miles de miserables.

¿Se imaginan una versión de este reality protagonizado por los empresarios más ricos y los políticos más poderosos de México? ¿Y qué tal si su participación no fuera voluntaria sino por votación popular? El programa no sólo generaría raitingselevadísimos; se convertiría en una terapia intensiva para estos desgraciados insensibles y en una sana catarsis para la sociedad.

¿Se imaginan a Emilio Azcárraga limpiando los vidrios de los coches en un semáforo? ¿A Carlos Slim de tragafuegos? ¿A Elba Esther Gordillo metida dentro de un bote de basura buscando botes de aluminio? ¿Qué pensaría la gente al ver a un harapiento Enrique Peña Nieto sin el dinero suficiente para comprarse los litrosde gel para mantener su pulcro y prominente copete? ¿Qué reacción generaría un mugroso Felipe Calderón mendigando por una limosna a los transeúntes? Al principio todos ellos recibirían el desprecio y la burla de las personas, pero después de algún tiempo descubrirían, avergonzados, la generosidad y la solidaridad de nuestro pueblo; sólo así recapacitarían y pensarían dos veces antes de actuar pensando primero en sus intereses personales y de grupo.

En serio, ¿quién se anima a financiar este programa?