Hace pocos días escribí un artículo (http://reflexionessobrefilosofaypoltica.blogspot.com/)

intentando reflexionar sobre el tratamiento que se la ha dado en los medios y

en general en la opinión pública a la huelga de hambre de Cayetano Cabrera. En

dicho artículo sostenía que había una contradicción y una paradoja en el pedido

de medios y opinión pública (expresada por cierto en los medios) a Cayetano

Cabrera de seguir los causes institucionales/legales, cuando estos mismos

fueron el soporte que llevo a Cabrera a tal situación. Mi idea en el artículo

era que en el ámbito del capitalismo y la democracia liberal, el marco

institucional jugaba en realidad como camisa de fuerza para sectores sociales a

los que desde el mismo marco se les despojaba de un derecho humano fundamental,

en este caso el derecho a trabajo. Mi juicio era que en el ámbito del capitalismo

y la democracia liberal opera una racionalidad economicista y legalista (en

contraposición a una racionalidad ética) que al desnaturalizar el trabajo, al

verlo como algo externo y accidental al trabajador, no objetiva sólo al trabajo

sino al mismo trabajador, lo que lo hace prescindible. Para decirlo de modo

simple: según una racionalidad economicista y legalista, que da forma a nuestro

sistema de relaciones y a nuestro mundo jurídico, el derecho al trabajo no es

fundamental. Siendo así, la única forma de reivindicar tal derecho es salirse

de esa lógica y de esa institucional (para más detalles ver mi artículo).

En el mismo tema quisiera ahora escribir algo distinto: el pedido

desde una izquierda institucional (II) que, cediendo en lo fundamental a un

pragmatismo político sin contenidos éticos y sociales, reduce una acción de

resistencia social y de interpelación ética a un tema meramente político, es

decir: a una cuestión de "efectividad". La idea es que esta II, pragmática,

realista y positivista, alejándose del núcleo ético-crítica que da sentido y

significado al "ser de izquierda", ha olvidado el carácter eminentemente

utópico de su hacer político, es decir: lo político como actividad

transformadora de "lo social". Mi tesis es que a partir de una lógica de tipo

político, escindida paradójicamente de otra de tipo social (que desde una

perspectiva tendría que ser una misma, por eso hablo de esto como una

paradoja), hay una cierta valoración de la acción (huelga de hambre) como algo políticamente

incorrecto.

Lo anterior tiene que ver con un hecho fundamental: la dificultad

de reconocer que en un medio democrático liberal, una cosa es vivir dentro de

sus marcos al mismo tiempo transgrediendo los obstáculos que en éste se

presentan, y otra es aceptar las contradicciones del sistema como hecho

insuperables. Mi idea es que la II vive en una suerte de conversión fundamental

a partir del desplazamiento histórico de los proyectos históricos de izquierda,

hecho que ha obligado a aceptar la desmesurada fe en el horizonte

democrático-liberal y en lo político como forma profesionalizada y deslindada

de lo social, lo que ha implicado que la II asuma una posición más bien

contemplativa del "hecho social" sin intentar acercarse y mucho menos respaldar

al movimiento social que, en este caso, ha mostrado tener la razón. A pesar de

ello la II se ha hecho omisa. Y la omisión es una forma de acción que, en este

caso, podría tener consecuencias trágicas.

Comienzo: una de las cosas que más me preocupa de la II es su

caída en lo que yo llamo "reduccionismo democratista". Hay muchos elementos que

uso para definir dicho reduccionismo, pero en este caso quiero referirme a uno

en concreto que no he podido desarrollar en otros textos y que me atrevería a

definir como "reduccionismo político". ¿En qué consiste éste? Para decirlo

simple y breve: en la politización de lo social, es decir: en la pretensión

(sana, por lo demás) de dirimir el conflicto social dentro de la esfera

político-ideológica y dentro del ámbito jurídico-institucional. La II, evitando

caer en el síndrome del populismo, ha adoptado una posición voluntarista que se

expresaría en el principio de que el conflicto social desaparece por medio de

decretos de tipo político. Lo que hemos presenciado entonces es el

desplazamiento de "lo social" y su reducción a lo "lo político". La II,

pragmática y pragmatista, ha sufrido de una caída en lo que definiría como una

fe exacerbada en la negociación política. ¿En qué sentido? Aquí es donde

quisiera profundizar y ponerme un poco más teórico:

Pienso que lo que ha perdido la izquierda institucional mexicana

es el propio fundamento del por qué hacer política. Diferenciando entre

fundamento y fundamentalismo, lo que ha perdido es el núcleo ético-crítico (fundamento)

que significa al hecho de "ser de izquierda": el reconocimiento de que en un

ámbito de competencia económica, que en realidad es una forma de competencia

social, no puede lograrse un equilibrio que permita una vida armónica y

pacífica. ¿Cómo puede lograrse una vida social armónica si lo que tenemos es un

régimen de explotación social? Por ello, no importando a qué sector de

izquierda se pertenezca, se reconoce que un mundo socialmente justo sólo es

posible en la lógica social de transformación. Lo político, para el caso, no es

sino lo social llevado a otro nivel. Sin lo social las políticas de la

izquierda carecen de sentido, por lo que la II se encuentra en una terrible

contradicción: pensar que desde "lo político" escindido de "lo social" es

posible construir un mundo más justo.

Permítanme profundizar sobre algo más: pienso que el sentido de

hacer política desde una perspectiva liberal y de izquierda tiene diferencias.

Ambas perspectivas implican una profesionalización de la política; en ese

sentido se parecen. Pero en el caso del liberalismo dicha profesionalización

tiene un sentido político, no económico ni social. Allí juega un elemento

difícil de discernir: la política, en el ámbito del liberalismo, es la forma de

preservar la libertad de expresión, de culto y de creencia. Pero ese sentido de

hacer política se olvida de un hecho fundamental: la desigualdad social. En ese

sentido se entiende actualmente la política, aunque poco a poco, sobre todo a

partir de las teorías de la justicia distributiva, se ha introducido el

problema de la desigualdad social, problema sin embargo irresoluble desde una

perspectiva "solamente" liberal.

Aquí es donde la izquierda debe aparecer en el actual horizonte

democrático. ¿Qué es hacer política desde la izquierda? Para mí no sería sino

llevar lo social a otro nivel, es decir: no sólo preservar aquellos elementos

fundamentales del liberalismo, sino poner sobre la mesa las formas para lograr

una socialización de la riqueza y de la propiedad. El problema del liberalismo,

para que no piensen que se me ha olvidado, no está en el tema de la libertad de

conciencia, sino en la conexión que hace con el tema de la propiedad, que es

una deficiencia que las izquierdas intentan subsanar políticamente (me refiero

al reformismo como postura triunfante en las izquierdas). La política, desde

una perspectiva de izquierda, no es solamente la forma de preservar la

diferencia (ideológica, religiosa, cultural), sino la forma de solucionar el

problema de la desigualdad (social y económica). El sentido de la izquierda en

el ámbito político de la democracia liberal, es poner sobre la mesa lo que la

perspectiva liberal no pone por sí misma. El centro de la actividad política es

lo social, entendido como "lo utópico" en el horizonte liberal puesto que

aunque irrealizable es igualmente irrenunciable. No es lo posible desde lo

posible lo que marca la pauta del actuar político de izquierda, sino lo

imposible desde lo posible, que no es otra cosa que mantener la posibilidad de

lo imposible "aquí y ahora". En este sentido, lo utópico es la irrupción en el

horizonte, la transgresión de una legalidad cerrada que por histórica es

superable.

Es este punto justamente el que más me preocupa. La II, desde que

se forma como PRD, comenzó un proceso de escisión y desplazamiento de la lucha

social. Su localización en el ámbito puramente electoral condujo a una suerte

de reducción de la política en la medida que centra la acción en el hecho puro de

la representatividad. Como tal, la representatividad no tiene como función

revelar el conflicto social, sino subordinarlo a lo político. Allí, a mi

juicio, hay una suerte de marco deshistorizante que invisibiliza el conflicto

social maquillándolo de "diferencia política". El movimiento social, que busca

hacerse evidente en un marco legal e institucional que violenta sus derechos

anteriores al pacto político entre políticos, queda en los márgenes de la

legalidad y por tanto de la consideración ética y política (cuando debería ser

al revés). Allí se presenta un claro deslinde entre lo político y lo social en la

II.

Lo anterior en un sentido profundo. En un sentido más superficial,

hay otra forma en la que lo social queda subordinado a lo político: ya no es el

partido el que sirve en el marco institucional al movimiento y a la lucha

social, sino que el movimiento social debe servir como fuerza electoral. Ya

después no sólo deslindó lo político y social poniendo al segundo en función

del primero, sino que terminó desconociendo precisamente lo social como el

lugar de la acción política. El trauma del priismo y el giro ideológico

producto del fin de la experiencia soviética, produjo un quiebre entre

movimiento social y partido. Allí la izquierda institucional mexicana ha puesto

lo político como centro olvidándose de la acción social, deslegitimando a esta

última como mecanismo de transformación. A juicio de nuestra II (y perdonen la

reiteración; sé que afea el texto pero creo que es necesario) la acción de los

movimientos sociales carece de sentido en tanto que no enuncia su proyecto

desde el marco de "lo posible", que no es otra cosa que el "ámbito político"

dirigido a mantener el tema de la libertad de las diferencias sin poner en la

mesa el de la desigualdad social. Para nuestra II, en un ámbito de normalidad

democrática, "lo realmente posible" (por eso me refiero a esta izquierda como

"realista/positivista) es el único criterio de acción, es decir: la garantía de

la libertad de las diferencias. Lo demás, lo relacionado con la desigualdad

social y las demandas de los movimientos sociales (que en realidad no me parecen

descabelladas y sí posibles en el ámbito democrático-liberal) por irreal carece

de efectividad.

Y entonces viene lo aterrador: Cayetano Cabrera, que está en

huelga de hambre no buscando la muerte, sino usándola como mecanismo de

interpelación ética del poder, es desconocido desde la misma izquierda porque

su estrategia no es efectiva políticamente. En un ámbito de naturalización de

la concepción liberal de democracia aceptada plenamente por la II, para ésta

resulta lógico el pedido al luchador social de que siga los cauces institucionales,

en este caso: la negociación política. La izquierda ha aceptado el régimen

abstracto en el que la normalización democrática hace posible otras formas de

dirimir el conflicto social sin atentar contra el orden público. Teóricamente,

en democracia, salir a la calle u otras estrategias, en este caso la huelga de

hambre, resulta contradictorio: como contamos con un régimen político y

jurídico justo porque es democrático, tanto el régimen político como jurídico

aseguran la justeza de los veredictos sobre ciertos problemas, lo que hace

inviable la lucha social por fuera del marco político e institucional.

Para la izquierda, la huelga de hambre debería ser parte de un

juego de estrategia política, de negociación. Ésta no se da cuenta de que el

SME y Cayetano Cabrera están localizados en la lógica de la lucha social porque

la vía jurídica y política ha reiterado en el despojo. En un gesto más bien

moralino y pseudosolidario, le piden a Cayetano Cabrera ceder en su estrategia

en la medida que su muerte vendría a detonar el conflicto social.

Aquí me voy acercando al punto teórico que me interesa: esta

izquierda no se da cuenta de que el conflicto siempre ha estado allí; que no

desaparece en la medida que se atenúa el conflicto ideológico y político.

Vamos: el conflicto social es un hecho fáctico que no puede ser revertido

políticamente y sí socialmente. El vuelco de la izquierda hacia la política

institucional, es decir: su vuelco a la negociación dentro y con los partidos y

con el gobierno, ha servido como mecanismo de ocultamiento del conflicto

social. Pero no piensen mal: la izquierda debe hacer eso. Por eso se conforma

en partido. Pero debe hacerlo sin dejar de ver lo otro: al movimiento social.

Para

finalizar pregunto: ¿qué pasaría si el PRD y las demás izquierdas políticas

(que no sociales) en lugar de criticar la estrategia la apoyaran? ¿Cómo

impactaría si las izquierdas institucionales hacen acto de presencia en el

movimiento social? Si se trata de darle sentido político a la lucha social,

¿por qué no se lo dan ellos? ¿Por qué no discutir y apoyar públicamente el

tema? ¿Por qué no presionan en función de lograr justicia para los

trabajadores? Si lo que les preocupa es la vida de los huelguistas y ellos son

la representación política de la izquierda en el gobierno, ¿parte de la

solución al problema está en sus manos? Pero como la izquierda partidaria ha

escindido la lucha política de la lucha social; como ellos solamente se ocupan

de la primera, abandonan a su suerte a los movimientos sociales. La falta de

presencia de la izquierda institucional en el movimiento social, sin

aspiraciones a dirigirlo, es un hecho que abona a la posible muerte de los

huelguistas. La izquierda, si bien decide no asumir la responsabilidad política

de los actos de los movimientos sociales, sí tiene responsabilidad ética para

con ellos. Es curioso: no temen aliarse con el PAN, pero sí temen aliarse con

los movimientos sociales. ¿Acaso les da miedo que el rechazo y la crítica

mediática afecten su imagen en función de la lógica electoral? Yo creo que sí.