Diez personas enfermaron, en Nueva Zelanda, de gripe porcina. Están bien, por fortuna.
Leo en el New York Times que varios niños de una escuela secundaria de Queens probablemente adquirieron el virus de la influenza porcina. "Todos los casos fueron leves, ningún niño fue hospitalizado, ningún niño estaba gravemente enfermo", dijeron las autoridades de sanitarias neoyorquinas.
En España, leo en El País, "la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, ha reconocido hoy que hay tres personas llegadas recientemente de México que podrían sufrir la gripe porcina detectada en este país y ha calificado la situación como ‘un asunto grave'. Las personas están en Almansa (Albacete), Valencia y Bilbao. Ninguno de los tres casos reviste gravedad aunque las tres personas están ingresadas y aisladas en centros hospitalarios, ha dicho la ministra".
En Londres, dice el diario The Guardian, hospitalizaron a un miembro de la tripulación de cabina de un vuelo de British Airways que llegaba de la Ciudad de México. Tenía "síntomas de gripe". Se recuperó pronto. Se trató de la clásica falsa alarma: él no tenía la gripe porcina. Menos mal.
Más de 20 casos de influenza porcina se han presentado en California y Texas. No ha habido muertos en estos lugares de Estados Unidos.
En Kansas, se confirmó la presencia de la gripe porcina en los dos integrantes de un matrimonio. No han sido hospitalizados. Su enfermedad se considera, dice The Guardian, "leve".
En México la situación es distinta. Han muerto decenas de personas que habían enfermado de la influenza porcina. Tal vez no las mató el virus. Tal vez las mató la pobreza. No hay información acerca de las personas fallecidas, pero me atrevo a pensar que casi todas pertenecen a los estratos de la población de menores ingresos.
La pobreza de muchos, en un país dominado por unos cuantos inmensamente ricos, es la principal enfermedad que daña a los mexicanos. Y no se cura con tapabocas ni con antivirales.