Ha dicho Jorge Ferández Menéndez en su columna de este lunes en Excélsior: "La muerte de 41 niños, bebés casi todos ellos, con 23 más hospitalizados, algunos con graves quemaduras, por el incendio que se produjo frente a una guardería en Hermosillo, debe resultar sencillamente inaceptable y exhibe las corrupciones, las debilidades, de buena parte de nuestro sistema institucional".
Jorge no se atreve a culpar abiertamente al gobierno federal por la tragedia de Hermosillo (de hecho, aunque no venía completamente al caso, recuerda en su texto un acto de corrupción del gobierno capitalino relacionado con el albergue Casitas). Pero más allá de las lealtades políticas de Fernández Menéndez, que respeto, lo cierto es que tiene razón: el drama de la guardería incendiada en la capital de Sonora "exhibe las corrupciones, las debilidades, de buena parte de nuestro sistema institucional". Un sistema, para mal, encabezado por Felipe Calderón, el panista que recurrió al fraude electoral para quedarse, en 2006, con la Presidencia de la República.
El que lo dude que pregunte cómo murieron ya 43 bebés en Hermosillo, Sonora. La respuesta será: Fallecieron en el incendio de una guardería subrogada por el Instituto Mexicano del Seguro Social que no cumplía con las mínimas condiciones de seguridad que se exigen a esta clase de establecimientos.
Y el IMSS, está claro, depende de Calderón, que primero puso al frente de ese instituto a un grillo profesional (Juan Molinar Horcasitas) y después a un irresponsable (Daniel Karam, quien no se ha cansado de decir que en la estancia infantil que se incendió pasó todas las revisones y que, por lo tanto, era segura).
Hay también responsabilidad del gobierno local, dirigido por Eduardo Bours. Pero, desde luego, antes de ir a los peces menores hay que buscar a los más grandes.