Actualizo mi columna "Peligro: pierde la paciencia la clase media"

porque recibí este mensaje: "Leo en el Financial Timesque Alberto Bailleres, el del Palacio de Hierro, ganó el 75% de 380millones de libras esterlinas. Solo en sus minas. Me pregunto cuánto pagó deimpuestos".Abrí la web del FTpara ver qué se decía de Bailleres. En el buscador encontré esa y otra notasobre México: "Las familias luchan por sobrevivir mientras el flujo de dólaresse seca", un reportaje de Adam Thomson acerca de la drástica caída en lasremesas. Empieza mencionando a alguien que dejó de recibir 200 dólares al mes porquesus hijos, trabajadores de la construcción en California, perdieron el empleo.En dos simples notas, independiente una de otra, el Financial Timesha desnudado la tragediade México: el paraíso de algunos de los hombres más ricos del mundo y el infierno de decenas de millones de pobres.No critico a Bailleres, empresario talentoso y trabajador. Anticapitalistano soy, a pesar de mi simpatía hacia el movimiento de López Obrador. Sobre la empresaFresnillo, la mayor productora de plata en el mundo, leí hace tiempo queBailleres cuando la fundó le dio la dirección a un ingeniero de 74 años deedad, Jaime Lomelín. Digno de aplaudirse en estos tiempos en que se confía demás en los ejecutivos jóvenes y, por lo mismo, arrogantes. Lomelín ha hecho sutrabajo, de ahí las ganancias de Bailleres.Me alegra que existan personas inmensamente ricas en México,como Alberto Bailleres, Carlos Slim, Lorenzo Zambrano y otros pocos. Lamento quenuestro país no sea capaz de generar condiciones para que millones dejen la pobreza.Ha crecido la brecha entre los que más tienen y losdesheredados. Y entre ambos extremos ya no parece haber nada. Las clases medias,que ya no lo son por su ingreso, sino por sus frustradas aspiraciones, están perdiendola paciencia: empiezan a exigir salidas fascistas a la crisis. Hablo de lostípicos votantes del PAN, que no poseen casi nada pero que sueñan con ser ricos;como saben que no lo conseguirán, creen que ha llegado la hora de las medidasduras contra los que identifican como sus enemigos de clase: los seguidores deAMLO.Los empresarios de arriba tendrían que darejemplos de prudencia y empezar a dejar de odiar al Peje, al que calumnian en sus reuniones. Deben bajarle a sus habladurías para ya no abonar el terreno del estallido