¿Cobran algunos columnistas mexicanos en Los Pinos? Si no cobran, deberían hacerlo. Porque, de plano, escriben como si Felipe Calderón les pagara. Véase la siguiente muestra.
Adrián Trejo, de El Economista: “Nunca en los tres años de su gobierno, el presidente Felipe Calderón Hinojosa había pronunciado un discurso tan cargado de mensajes que anticipan la toma de decisiones fundamentales en todos los ámbitos de la vida nacional. A diferencia de lo que se esperaba, porque así se había acostumbrado, el centro del discurso no fueron los “logros’’ de la administración sino la visión crítica del país y por primera vez en muchos años, el trazo de la ruta a seguir”.
Héctor Aguilar Camín, de Milenio, dijo exactamente lo mismo: “Un trazo de futuro. En su fiesta sustituta de Informe a la República, el presidente Calderón no hizo un recuento anodino de su pasado año de gobierno, sino un trazo del futuro deseable para la nación. Todo un acierto”.
Leo Zuckerman, de Excélsior: “Apareció el Presidente. Por fin, después de una larga espera, el Presidente se definió: quiere ser un actor político relevante. Entiende la gravedad de la situación y, por tanto, va por todas las canica… Excelente mensaje. El decálogo de Calderón deja muchas dudas que tendrán que disiparse en los próximos días. La pieza retórica tiene que convertirse en acciones definidas. De lo contrario, todo quedará en un buen discurso. Ya veremos qué tanto Calderón piensa luchar por conseguir cambios de fondo. Por lo pronto, ayer anunció que quiere participar en la lucha. Se trata de una excelente señal”.
Ciro Gómez Leyva, de Milenio: “… su discurso fue en cierta medida impecable, el mejor de su mandato. Acertó. El autoelogio en voz baja, el diagnóstico lógico de la crisis que se desparrama, la autocrítica creíble, jamás escuchada a mitad de sexenio; la ruta a seguir y la arenga a sus pares, a sus contemporáneos, para que dejen de ser la generación del fracaso y se transformen en una que aún pueda ser perdonada por la historia nacional. Pidió reformas y prometió quitarle grasa a su gobierno. Invitó a dejar atrás mitos, prejuicios, tabúes. Y dejó la impresión de que él hará lo propio con los suyos: los panistas y los calderonistas”.
Román Revueltas Retes, de Milenio: “Qué ganas de querer fastidiar al presidente de la República: si quiere cumplir con los usos y costumbres consagrados por el antiguo régimen y se persona en el Congreso para rendir cuentas, entonces los diputadetes gañanes le cierran el paso; si luego envía su informe por medio del ministro de Interior pues resulta que tampoco, que debe aparecerse él mismo para que le ladren y le escupan. Si va, está mal; y si no va, está mal. Haga lo que haga, le lloverán críticas y censuras. Luego de afrontar, una y otra vez, las majaderías de una oposición desleal se entiende perfectamente que el primer mandatario no quiera prestarse ya, así sea para resguardar su investidura de jefe del Estado mexicano y representante de todos los ciudadanos, a jugar el papel de víctima forzosa de esa gentuza y a sobrellevar sus zafias provocaciones”.
Lo dicho, si estos columnistas y otros no cobran en Los Pinos, deberían hacerlo. Porque escriben como si Calderón les pagara.