Leí este sábado a Liébano Sáenz. Es la primera vez que este político devenido en editorialista publica algo parecido a una denuncia. Todos los otros textos que le conozco son simple y sencillamente puro rollo.

Liébano ha dado a conocer que la autoridad procuradora de justicia en el Distrito Federal pretende encarcelar al encuestador Federico Berrueto, socio de Liébano, y al director editorial de Milenio, Carlos Marín, porque supuestamente ellos dieron a conocer los resultados de algunas encuestas electorales fuera de los tiempos legales.

Eso, con justa razón, indignó a Liébano. Para este hombre, ex secretario particular del ex presidente Ernesto Zedillo, "lo ocurrido a Carlos Marín y a Federico Berrueto no es accidental. Es la secuela de la acción de los enemigos de las libertades". Ojalá Liébano mostrara la misma rabia cuando el gobierno, sobre todo el federal panista, agrede a otros comunicadores, lo que ocurre con demasiada frecuencia. No lo va a hacer porque, después de todo, el señor Sáenz no es tan valiente.

El caso es que me sumo a su protesta y a su ira: nadie debe limitar las libertades de los mexicanos, ni siquiera si son permanentemente usadas, como es el caso de Carlos Marín, para calumniar y ofender a los rivales del gobierno de Felipe Calderón (a eso se ha dedicado Marín en los últimos años, y es su derecho, por más que a muchos nos molesten las numerosas falsedades que le atribuye, sobre todo, a Andrés Manuel López Obrador).

Berrueto no es un calumniador profesional como Marín, pero se vuelto, en los últimos tiempos, un embustero estadístico. Tampoco se le debe reprimir por eso. Debe ser libre, y lo es -y lo seguirá siendo porque no creo que nadie lo vaya a aprehender- para poder difundir sus amañadas encuestas cada que se le pegue la gana, aunque las mismas estén claramente truqueadas para beneficiar a Enrique Peña Nieto y para perjudicar a AMLO.

La libertad de expresión de Marín y Berrueto es sagrada, aunque normalmente la usen para insultar, calumniar, mentir y favorecer, para muchos a cambio de dinero, a los intereses políticos de los que mandan.