En el aeropuerto de Monterrey, un ejecutivo bancario que ha pedido el anonimato, me ha dado las siguientes opciones para responder a la pregunta de por qué Felipe Calderón, de pronto, se puso a pelear con los empresarios mexicanos.
Porque se sabe un gobernante kleenex que la clase empresarial ha usado, ensuciado y no tarda en desechar.
Porque ya no encuentra a quién echarle la culpa del fracaso que es su gobierno.
Porque no conoce el significado de la palabra agradecimiento.
Por la devaluación que viene que de una vez quiere atribuir al empresariado.
Por deslealtad.
Por arrogancia.
Por insensato.
Porque la derrota de su administración lo ha vuelto pendenciero.
Por torpe.
Porque leyó la revista Proceso y no entendió nada.
Por consejo de sus asesores.
Por las encuestas.
Porque quiere arrebatarle banderas a AMLO.
Porque ve a los empresarios muy cerca del PRI, sobre todo de Manlio Fabio Beltrones.
Porque, angustiado, ve cercano el final de su sexenio y sabe que se va a quedar completamente solo y desamparado; ahora que puede les pasa alguna factura a los hombres de negocios que no le volverán a tomar la llamada.
Por ganas de terminar peleado con todo el mundo.
Por suicida.
Porque lo ha enloquecido la llegada a la mitad de su sexenio que simplemente anuncia que, como en la canción, el final se acerca ya.
Porque lo abuchearon en el estadio de Torreón construido por empresarios.
Porque se volvió de pronto populista.
Porque sus jefes, y los empresarios lo son, empiezan a ver currículos para reemplazarlo.
Porque ya quiere que lo despidan