Primera. Porque el ataque que no hace daño, fortalece. La campaña no cumplirá su objetivo. Sus promotores se comprometieron a juntar, en un mes, un millón de firmas en Facebook, y no las van a conseguir. El plazo está a punto de cumplirse y no han llegado al 20 por ciento de su meta: un millón de personas solicitando que renuncie Felipe Calderón. Ya veremos el 22 de enero, día en que la campaña concluye, a numerosos panistas burlarse de un esfuerzo más de la izquierda que no resultó exitoso.
Segunda. Porque, a estas alturas del sexenio, la poca o mucha artillería que tenga la izquierda debería empezar a apuntar al PRI y a Enrique Peña Nieto, hoy por hoy los rivales a vencer en la próxima sucesión presidencial. Si el millón de firmar en Facebook se hubiese juntado, semejante exhibida a Calderón habría beneficiado más al PRI que al movimiento izquierdista.
Tercera. En el improbable caso de que una iniciativa como esa funcionara, es decir, si el millón de firmas reunidas en un mes (algo que no logró) se hubiese cumplido, y si esto hubiese generado una ola de protestas tan grande que hubiese provocado realmente la renuncia de Calderón, este hecho (que no ha ocurrido ni creo que ocurra, por fortuna) provocaría inestabilidad y aun violencia política en México ya que nuestro sistema político no está diseñado para que el presidente de la República (por ilegítimo que sea) se vaya antes de tiempo. Lo que menos necesita el país es que a la violencia del narcotráfico se sume la de una sucesión adelantada.
Cuarta. Dadas las circunstancias, cualquier político que reemplazara a Calderón lo haría peor. De hecho, los más inteligentes hombres de poder en México --en el PRI, el PAN y aun en la izquierda-- rechazarían prácticamente sin pensarlo suceder a Calderón si este se fuera antes de concluir su período. El ingobernable país que dejaría un hecho como ese espantaría al más valiente. Me atrevo a decir que ni Andrés Manuel López Obrador, que se caracteriza por la firmeza de su carácter, levantaría la mano para dirigir una nación en caída libre.
Quinta. La salida anticipada de Calderón cohesionaría a la derecha extrema y la volvería más agresiva. El fascismo mexicano, que a medias ha estado en el poder con Vicente Fox y con Felipe Calderón, vería en la renuncia de este una oportunidad de ir, de una vez y para siempre y sin engorrosos trámites electorales, por todo el poder.
Sexta. Porque, si las cosas salieran mal (y es muy probable que eso ocurriese) con la renuncia de Calderón, un sector importante de la población culparía a la izquierda, lo que empeoraría las posibilidades electorales del único movimiento democrático que hoy en día tiene autoridad moral para rescatar a México.
Séptima. Porque medidas como la campaña en Facbook para que renuncie Calderón hacen ver a la izquierda como muy infantil. Ninguna persona seria, ni siquiera de la izquierda, aprueba esos juegos que no sirven para nada.
Octava. Porque el tiradero que hay en el país, sobre todo en materia de seguridad, lo debe recoger el que lo provocó: Felipe Calderón. Lo único que debemos exigirle a este personaje es que empiece a limpiar la casa y la oficina para que pueda trabajar en un ambiente más o menos sano el próximo inquilino, que llegará en 2012 y que yo deseo sea Andrés Manuel López Obrador.
Como me dijo alguien por teléfono: "Amigos de izquierda, YDM". Pregunté qué significan esas siglas y me respondió: "Ya Déjense de Mamadas". Muy cierto.