César Nava, presidente nacional del PAN, viaja en avión privado. Me consta, lo he visto. Y no es el único lujo de magnate que se da: Hace poco, como todo un personaje del jet se,t entregó el anillo de compromiso a su novia, la cantante Patilu, en Nueva York. Lo que gana no le alcanza para eso, pero a don César le tiene sin cuidado: Él exhibe con descaro su inexplicable riqueza porque, qué chingaos, para eso es el poder.
Enrique Peña Nieto comparte con Nava la dicha inicua de gastar dinero a manos llenas aunque no se tenga modo de justificarlo. En su reciente viaje a Europa, donde se comprometió con la actriz Angélica Rivero, La Gaviota, tuvo la sana ocurrencia de hospedarse, en la romántica ciudad de París, en un hotel de esos que cobran por la habitación más barata algo así como 20 mil pesos la noche. Y ni para qué mencionar los enormes aviones privados en los que Peña Nieto se transporta cuando viaja por México.
Son dos ejemplos del cáncer que está destruyendo a la sociedad mexicana: la corrupción. Son corruptos, sin duda, porque ellos no podrían pagar, con su salario, los lujos que se dan.
No se está hablando de personajes menores. Aunque les falten capacidad intelectual y currículo, son dos de los pilares del actual sistema político mexicano. Uno de ellos, Peña Nieto, según los encuestadores lambiscones como Roy Campos, será el candidato del PRI a la Presidencia de la República. El otro, Nava, es el dirigente del partido actualmente en el poder.
Ya sabemos lo que le espera a México si el PAN continúa en el gobierno federal o si, horror de horrores, regresa al poder el PRI encabezado por alguien tan frívolo como Enrique Peña Nieto.
La decisión la tiene la gente. El país no aguantará un tercer sexenio de gobernantes buenos para nada. Con Vicente Fox empezó la debacle de la nación y Felipe Calderón, de plano, está empeñado en provocar una guerra civil antes de irse. Otro inservible en Los Pinos terminaría, de plano, con la existencia de México como nación soberana.
Que me perdonan Patilu y La Gaviota, dos señoras a las que respeto (aunque una sea mala cantante y la otra peor actriz), pero no les deseo suerte a sus novios y futuros maridos. Por el bien de ellas, por el bien de todos, a México lo que le hace falta es un presidente que ni sea superficial ni milite en el PRI o el PAN. De plano.