A los que criticamos la absurda guerra de Felipe Calderón los propagandistas de este político de inmediato nos calumnian. Nos dicen que apoyamos a las mafias, que estamos del lado de los delincuentes, que por cobardes preferimos la paz narca, etcétera.
Desde luego, las mentiras generadas por el sistema de propaganda de Los Pinos y del PAN a mí me tienen sin cuidado.
En el Tecnológico de Monterrey dos alumnos fueron asesinados a las puertas de su universidad simple y sencillamente porque salían de madrugada del instituto donde estaban, nada más, estudiando.
Hablo de dos estudiantes de excelencia de maestría, becados, con las mejores calificaciones. ¿Quién les disparó? No se sabe. Tal vez fueron los sicarios que se enfrentaban al Ejército, tal vez fueron los soldados que los confundieron con criminales.
Hoy se sabe, por información de El Norte de Monterrey, que el Ejército entró al Tecnológico y tomó el control de la situación dentro de esta universidad. Muy grave.
Lo cierto es que, desde que los hechos ocurrieron, hubo un engaño. Las autoridades locales, que levantaron los cadáveres, dijeron que no eran estudiantes, sino narcotraficantes que buscaron internándose en las instalaciones del Tecnológico de Monterrey.
¿Por qué la procuraduría que depende de Rodrigo Medina difundió semejante mentira? ¿Por complicidad? ¿Por incompetencia? ¿Por simple cinismo?
El hecho es que, a pesar de que los estudiantes traían sus credenciales del Tec de Monterrey (de otro modo no habrían entrado a las instalaciones académicas), el gobierno estatal dijo que eran delincuentes.
Desde luego, que hace muy poco tiempo llegó al gobierno de Nuevo León, ya debería renunciar: no tiene la menor idea acerca de qué hacer ante el mayor problema de violencia registrado en la entidad desde los tiempos de la Revolución.
Pero las muertes de inocentes no solo se presentan en el Tecnológico de Monterrey. En el resto de la ciudad también. Y en otros puntos del estado. Y en otros estados, como en Chihuahua, Tamaulipas, Guerrero, Sinaloa, Baja California. En fin, la violencia se ha impuesto en prácticamente todo México.
¿Tiene sentido la guerra de Calderón contra el narco? No, en mi opinión. Si no por otra cosa porque, desde mi perspectiva, ya la perdió en definitiva.
No es que los narcos estén derrotando al Ejército en términos de que hayan muerto más militares que sicarios. Seguramente por cada soldado que cae, fallecen diez narcotraficantes. Pero ese no es el punto. Lo que ha llevado a Calderón a perder su guerra es que por cada cien o mil narcotraficantes muertos, un civil pierde la vida en las balaceras.
Solo los propagandistas pagados por el gobierno, los muy estúpidos o los panistas realmente fanáticos pueden justificar, argumentando que sería peor no hacer nada, la muerte a balazos (con balas del Ejército o de los sicarios, no se sabe) de dos estudiantes de maestría, becados ambos, del Tecnológico de Monterrey.
Me preguntan que si hay opciones a esa guerra absurda. Las hay, desde luego. La legalización de las drogas, por ejemplo. Ya que sin legalización no hay solución. Pero también, para el largo plazo, los programas de empleo (inexistentes), la educación, la cultura.
Las balas no resuelven nada. Lo estamos viendo. Lo estamos comprobando. Lo único que las balas han traído ha sido miedo, cierre de empresas, la huída al extranjero de todo aquel que puede irse. Los ciegos que no ven la tragedia provocada por una guerra sin sentido, verán la realidad cuando, ojalá y no, les toque estar en medio de una balacera. Solo entonces entenderán.