Coche bomba en Ciudad Victoria, Tamaulipas. Anoche cené con dos
personas: una mujer, importante servidora pública en el gobierno del Distrito
Federal, cuya familia reside en la capital tamaulipeca, y con un amigo catalán
que pasa unos días en México. Buena parte de la cena la dedicó ella a llamar
por celular a sus parientes para preguntarles si el acto terrorista de ayer no
les había afectado. El catalán replicó a mi comentario, que quiso ser gracioso,
de que el narco mexicano empieza a actuar como la ETA: "Pero si la ETA ya casi
no hace estas cosas".
Narcobloqueos en Monterrey. A la hora en que escribo esta
nota, las siete de la mañana del miércoles, ya es noticia en prácticamente
todos los medios de comunicación, los narcobloqueos de hace rato en todos los
accesos al aeropuerto de Monterrey. Unas personas que conozco, extranjeras que
vinieron a vacacionar a la Riviera Maya, se comprometieron a volar a Monterrey
para pasar el fin de semana con amigos que tienen en la capital de Nuevo León.
Ya están en el aeropuerto de Cancún. Tienen miedo, vacilan, no saben si subir o
no al avión que deberá transportarles a la Sultana del Norte.
Hace unos meses, charlando en un hotel de la Ciudad de
México con ejecutivos europeos que habían venido a visitar a sus clientes
mexicanos uno de ellos contó que, quizá, lo va a pensar dos veces antes de
volver a nuestro país. ¿El motivo? Había viajado a Monterrey y había estado
varias horas inmovilizado en las calles: le tocó ser testigo y víctima de un
narcobloqueo.
En Reynosa, por las frecuentes balaceras, la gente ya no
puede vivir. Ni en Nuevo Laredo. Lo mismo puede decirse de Ciudad Juárez. Y de
Tepic. Y de Culiacán. Y de Acapulco. Y de muchas otras ciudades mexicanas.
Huyendo de los secuestros, cada día más empresarios
mexicanos abandonan México. No solo potentados, sino medianos emprendedores que
cierran lo que tienen aquí, toman su dinero y van y lo invierten en negocios
pequeños en el extranjero. Les irá bien en Estados Unidos o Europa, sin duda, y
serán felices en lugares más tranquilos. Pero les duele, y mucho, perder su
país. No solo dejarlo, sino perderlo.
Son los resultados del gobierno de Felipe
Calderón, el presidente espurio que para eso, pues solo eso ha provocado, se
robó las elecciones en 2006.