Ya estábamos acostumbrados a la línea editorial

completamente entregada a los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto

que desde hace años caracteriza tanto a los diarios Milenio como a Milenio TV.

Ya estábamos acostumbrados a la línea editorial

absolutamente calumniosa en contra de Andrés Manuel López Obrador que desde

hace años es el rasgo que más distingue a los diarios Milenio y a Milenio TV.

Ya estábamos acostumbrados a la falta de ética de los

directivos y editorialistas de los diarios Milenio y Milenio TV, a saber:

Carlos Marín, Ciro Gómez Leyva, Joaquín López-Dóriga, Héctor Aguilar Camín,

Román Revueltas y muchos otros.

Ya estábamos resignados a la salida del Grupo Milenio de los

mejores periodistas que esta empresa tuvo, proceso que inició hace años y que

culminó recientemente cuando Marcela Gómez Zalce, después de mucho tiempo de diferencias,

los mandó al carajo.

Ya estábamos acostumbrados a la arrogancia de los

periodistas que continúan en Milenio y que se sienten soñados porque Calderón

los llama por teléfono o los invita a sus giras.

Ya estábamos acostumbrados a la estupidez analítica de los

columnistas principales de los diarios del Grupo Milenio como la paradigmática

de Héctor Aguilar Camín quien se ha atrevido, con singular desvergüenza, a

afirmar que en México casi no hay hechos violentos, es decir, que los alrededor

de 30 mil muertos en la perdida guerra de Calderón contra el narco son

estadísticas irrelevantes.

Pero no estábamos acostumbrados a que todos los hechos

anteriores se dieran juntos en muy pocas líneas. La columna de hoy de Carlos

Marín, pequeñita como su autor, es al mismo tiempo lambiscona con Calderón

(aunque no lo menciona esa es claramente su intención), antipejista en extremo,

arrogante y estúpida. Claudia Sheinbaum, colaboradora de López Obrador en el

Gobierno del DF, pidió derecho de réplica. El más elemental de los derechos en

el periodismo. El señor Marín se lo negó. Le dijo que si quería ver publicada

completa una carta que envió, que la pagara o, en el mejor de los casos, que lo

solicitara no como un derecho, sino como un favor. A lo que hemos llegado.