Normalmente expongo mi punto de vista de cómo en México

hemos llegado a esta situación: más de 30 mil muertos y violencia como hace 100

años no se ha visto en el país. Cuando sale el tema, en alguna reunión o , incluso,

cuando comparto algunos tequilas con amigos, explico lo que para mi es el

origen de todo.

Es un hecho que los últimos gobiernos federales en México

han protegido los intereses de unos cuantos, de los más ricos de la cadena

alimenticia. Y que quede claro, cuando hablo de los ricos no hablo de aquél que

se cree rico por tener un Mercedes o vivir en una casa sin hipoteca, hablo de

aquellos que tienen más de 50 ó 100 millones de dólares en la banca privada

suiza o del Caribe. Tampoco hablo de aquellos que solo viajan en primera clase,

hablo de los que no conocen la primera clase porque no se bajan de un avión

privado. Si no eres de estos, lamento bajarte de tu nube, no eres rico.

Este beneficio lo reconoce hasta la misma Secretaría de

Hacienda, recordemos el documento del año pasado en el que se dijo que "400

grandes grupos empresariales acumularon ingresos por 4 billones 960 mil

millones de pesos en 2008, pero apenas pagan el 1.7 por ciento en promedio de

impuesto sobre la renta". Hasta Calderón salió en cadena nacional a pedir que

estas empresas paguen impuestos.

Un mexicano común paga impuesto sobe la renta de lo que recibe en nómina. Aunque esté por honorarios, se le descuenta el 10%. Y todos,

aunque esté en la economía informal, pagan el 16% de cada producto que consuman.

Así que de cajón, un ciudadano normal paga impuestos. A esto hay que sumarle el

aumento de la canasta básica que solo en 2010, con los impuestos a la gasolina y

el diesel, ha tenido un aumento de 50% para zonas rurales.

En pocas palabras, el rico más rico y el pobre más pobre.

No necesito ser un sociólogo experto para identificar

ingredientes de tensión entre mexicanos: poquitos se hacen inmensamente ricos

gracias a que no pagan impuestos (dejemos de lado la corrupción), y muchos se

hacen cada vez más pobres.

Desde el Tratado de Libre Comercio, importamos de Estados Unidos todo tipo de productos agrícolas. No se previno que el campesino

mexicano nunca podría competir contra los grandes capitales norteamericanos.

Total, que el campo está abandonado y con una canasta básica en aumento. Por

unos años el exilio del campo a las ciudades fue sostenible, pero no había

empleo para todos. Y el pequeño empresario no podía competir contra los grandes

monopolios que hay en este país, recordemos que este es un país de monopolios.

Esto lleva a que la única salida que el campo mexicano encuentre es la de

trabajar para el narcotráfico. O se dejaba a la familia morir de hambre, o

cultivabas marihuana.

En las ciudades, la falta de empleo y de acceso a las

universidades a la que los jóvenes se enfrentaron, los hizo presa fácil del

crimen organizado: "ten esta pistola y 5 mil pesos". Créanme, ser matón es un

trabajo muy jodido, en cualquier momento te matan a ti o a tu familia; no es

vivir con miedo, es vivir con pavor, pero es lo único que hay.

Todo lo antes mencionado, son los ingredientes para un país

donde los narcotraficantes mandan.

Luego llegó al poder Felipe Calderón por medio de las

elecciones más cerradas y cuestionadas que ha habido en México. Este personaje

tenía la urgencia de llegar y decir: "yo soy el presidente, que no les quepa la

menor duda". Lo que se le ocurrió fue: subir el sueldo a los militares para

luego embarcarlos en una guerra contra el narcotráfico.

No sé si se tuvo la visión de decir: el problema no es el

narco, el problema es que no estamos generando condiciones de igualdad de

oportunidades para un mejor país.

Hay una guerra, sí, pero mientras no se cambien las condiciones

sociales y económicas de México, llegarán nuevos pistoleros y nuevos terrenos

llenos de droga. Las oportunidades que no da el Gobierno, las da el narco.

Por eso es que pienso que esta guerra no tiene sentido, así

no se acaba con el narcotráfico.