Comparto la decisión de AMLO al combatir el fraude en la delegación de Iztapalapa y maquinar una defensa efectiva. Reconozco su altura política dada su honorabilidad, su compromiso para que juntos implementemos su proyecto de nación. No he conocido a ningún otro líder mexicano con tales virtudes por lo que votaré por el en el 2012. Pero he de aceptar que cuando el reto es derribar todo un sistema anquilosado con el que oprimen al pueblo, las añejas barreras ilusiones de sujeción, es necesario un gran ahínco para trabajar en pos de que los retos sean dominados y que concluyan. Trabajo arduo e incesante para ir armando la fuerza opositora. Las dos manos no alcanzan. AMLO necesita realizar esto si desea vencerlos. Requiere de llevar él mismo la continuidad que involucra a las decisiones y acciones claves. Cerciorarse de que las consecuencias serán las esperadas, las deseadas. Porque la reforma de conciencia no se ha aun conformado, y porque será atacado por cualquier flanco.
Esto que digo, me lo hizo ver una querida amiga cuyo criterio bien respeto y apoya el movimiento de transformación del país con este nuevo proyecto de nación que impulsamos. Me hizo la siguiente observación con respecto al tema Juanito, dijo:
"AMLO debió haber cuidado y apapachado a Juanito. Sobretodo cuando el hombre había mostrado claros rasgos de inestabilidad. Observados sus desmanes públicamente cuando aceptó y juramentó ante el electorado de Iztapalapa el convenio propuesto por AMLO de defender a la candidata elegida que estaba siendo ilegalmente cesada, junto con la mayoría de los votantes. La fragilidad moral del candidato del PT era evidente. Debió habérselo llevado con él a Oaxaca, o haberle dado algún puesto en su gobierno legítimo, en fin, haberlo entretenido pegado a su movimiento para haber evitado en lo posible su flaqueza mental, ante, no el olvido, pero sí la desaparición física del cuerpo en gira oaxaqueña de su líder, asignado entonces el débil hombre elegido para tan grandiosa tarea a segundas y terceras manos, lo que provocó su despecho y eventual traición. Eso fue lo que pasó" me aseguró. Ya lo he dicho, nadie es perfecto.
Ahora corresponde a AMLO pronunciarse de nuevo y pronto a favor de los iztapalapenses que están siendo vejados en su civilidad. Es su deber, hablarles claro a los heroicos habitantes que siguieron la estrategia que evitó el fraude en su delegación. Que sepan que cuentan con su apoyo. Que los acompañará en su protesta. Que habrá sólo habrá paz hasta que se haga justicia en Iztapalapa.