Los medios monopólicos en México han
perdido toda credibilidad. Se han convertido en los encargados de no difundir,
de encubrir o de distraer para que las autoridades logren ejecutar lo deseado.
Adormilar las conciencias con el elixir de uno toque emocionante que puede
desembocar en efímera euforia colectiva: el escándalo del fútbol.
Patético escuchar a sus comunicadores
debatir en programas de opinión, cuidando cada palabra dicha para no contrariar
la línea dictada. Censuradas sus bocas ante el propio criterio escondido, que
va moldeándose al requerido por la cúpula impositora de la "información
correcta y apropiada", para continuar con la planeación de desaparecer y burlar
de nuevo a la "incómoda democracia".
Si se "determina" que clausuran el
embate acusatorio, que no resisten más la exposición del penoso caso de la
muerte de una niñita hija de influyentes mexiquenses amigos cercanos de Enrique
Peña Nieto, el relevo plástico de la carga priista para la presidencia 2012,
pues los "locutores" se irán callando y
sometiendo a la exigencia. Cambiando anteriores versiones, la Maerker, Gómez Leyva, Marín, López Dóriga y etc., han dicho: "OK,
no hay bronca, diremos que siempre Paulette sí se deslizó hacia el hueco aquel,
que ahí estuvo siempre, y a otra cosa mariposa". A Loret le ha costado más entrar al riel.
No hay quien les crea, salvo que cumplen
muy bien con "lo exigido". Que por cierto la opinión internacional, tampoco
logra comprender, boquiabierta y azorada, cómo algún ciudadano mexicano, a
menos de que hubiese perdido la memoria, podría votar por Peña Nieto o
cualquiera del PRI.
Pero volvamos a los periodistas
"serviciales".
Si se les ordena que se detengan todas
las menciones e investigaciones para encontrar a Fernández de Cevallos, que se
retire absolutamente del caso cualquier medio, prensa, institución o persona
fuera del ámbito familiar. puesto que se "negocia" con los plagiarios del prianista incautado la cuantiosa suma de un
supuesto rescate, de inmediato responden erguidos y saludando firmes, para
cumplir. Enmudecen los castrados de su libertad. Muy huanga su vocación, precaria
su necesidad de informar verazmente las diarias realidades.
Y
todo para que aún no aparezca Diego.
Si apareciera con vida, los periodistas
fuera del control gubernamental, investigadores profesionales y libres,
intentarán desentrañar o constatar la verdad que seguramente abrirá una caja de
pandora llena de irregularidades o ilegalidades ejecutadas por la mafia
dominante que se ha apoderado del país. Se avocarán a indagar, a verificar por
su cuenta el paradero de los altos capos presuntamente "atrapados" por "la ley"
para constatar su estatus. O descubrir la maniobra dantesca del mismo Estado. Ya
lo vimos suceder con Mouriño, dónde siempre quedó la interrogante entre las dos
culpabilidades. Sería frustrante que
este caso permaneciera en la oscuridad. En la injusta duda.
Así mismo, claro está, también evaden su
responsabilidad, se retiran y se silencian a petición expedita, las desprestigiadas
fuerzas del orden, que reitero, se han convertido en los "mayordomos" del poder.
En ejecutores autómatas del trabajo sucio bien pagado.
Si el Ejército mexicano, al que mandaron
a rifársela a fuego rampante contra la auténtica clase fuerte, supiera, por ejemplo,
que por cada peso que se le invierte a su gremio, Calderón le otorga 300 al de
García Luna para la misma guerra fallida en la que ellos llevan la mayor carga,
se prestaría para una segura inconformidad de las fuerzas armadas.
"Pero... queda estrictamente prohibido informar
sobre este, ni ningún otro tema delicado o dato duro. Secretos administrativos
de los que nadie tiene por qué enterarse".
Lealtad degenerada la
que profesan. Los insta y motiva a someterse. Esa y no la ética, es la base de
su relación laboral. No sólo no se deben
al público, sino que lo defraudan, le ocultan, deforman intencionalmente su
criterio. Y por ende, se defraudan ellos mismos. Se tornan en escoria de la sociedad por ser
un ancla que por sed de lucro y carencia de civilidad, mantiene "estabilizada" la nave del sistema
represivo que gobierna.