Allá afuera un México

que cada vez se desangra más;en la calle un niño que no estudia,que

no tiene pasión por limpiarparabrisas,sin embargo, debe hacerlo.

En las librerías y las

bibliotecas los libros están cerrados,no es algo que le importe

muchoa la gente cuando apenas tiene para comer,cuando no hay

trabajo, o cuando sus preocupacionesineludiblemente no pueden ser otras.

Los medios hablan

mucho, pero callan lo importante;los políticos prometen demasiado pero

dañan severamente.

En Los Pinos gobierna

un ser ilegitimo y la ola de rumoresy estímulos que pretenden dar algunos

sectores, intentan afirmar que el siguiente en ocupar el poderes un

hombre de fleco bien cuidado, con intereses totalmente puntualizados.

Miedo de que esto

suceda, coraje de que el país continué por este rumbo;indignación porque

una de las voces del periodismo más sincera, real e imparcial ha tenido que

renunciar por no pedirle una disculpa a un ser que nadie respeta,que no

inspira respeto, porque es difícil, casiimposibleencontrar un trozo

respetable en sus actos.

Ese que dicen que es

alcohólico, que comenzó una "guerra contra el narcotráfico"

yque ahora no puede con nada,ni con eso, ni con la economía del

país, y mucho menos con todo lo que implica usurpar un lugar en la silla

presidencial que no es suyo.

Carmen Aristegui hoy

no se escucha detrás del radio, no la vemos en la cabina, no más en ese

noticiero matutino que nos regalaba,así sin mucho que hacer y nada que

pagar, cuatro horas de información completa. La libertad de expresión cada vez

más golpeada,la información para el pueblo cada vez menos, y más de una

voz callada.

¿Hacia dónde vamos?