No estoy en contra de la
riqueza, sino de la corrupción. Me encantaría vivir en una casa de 15 millones
de pesos, como la que César Nava, presidente nacional del PAN, le compró a su
novia Patricia Sirvent, alias "Patylu". Lo haría si tuviera dinero para
comprarla.
Nava sí tuvo esa cantidad,
y debe tener mucho más para haber destinado un millón de dólares a adquirir un
departamento para él y su prometida. Si yo tuviera la certeza de que el dinero
del panista es bien habido, lo felicitaría. Pero no la tengo. Simple y
sencillamente porque no hay forma de que él justifique con sus ingresos una
inversión inmobiliaria tan elevada.
Según Reforma, el diario
que dio a conocer la información, "en mayo de 2008, cuando era Jefe de la
Oficina de la Presidencia, en su declaración patrimonial pública, Nava dijo
tener una casa de 385 metros cuadrados con un valor de 6 millones 730 mil pesos
comprada a crédito. También tenía dos vehículos, de 352 mil pesos y de 378 mil.
Además, reportó un sueldo anual de 2 millones 383 mil pesos, y contaba con 381
mil pesos en inversiones bancarias y 556 mil pesos de su seguro de separación
individualizado, que es una prestación que se da a funcionarios del Gobierno".
Entonces, si Nava no tenía
15 millones de pesos cuando trabajaba en el gobierno y ganaba más que hoy cuyo
sueldo lo paga el PAN (también con recursos públicos, desde luego), ¿de dónde
sacó ahora don César dinero para el
regalito a Patylu? La única respuesta que imagino para esa pregunta huele a
podrido, que es a lo que huelen casi todos los políticos mexicanos.
A Nava, pues, no lo cuestiono
por rico, sino porque no hay forma de que compruebe que él ha ganado ese dinero
honradamente en los últimos años. Tan no la hay que, apuesto, no tardará en
salir a decir que la casa no la pagó que él, que no costó la mencionada
cantidad, que son los ahorros de toda la vida de su esposa, bla, bla bla. La
historia de siempre.
Una historia que ofende a
todos los mexicanos. No solo a los de clase media que sufren para pagar la
renta y a los millones de más abajo que, de plano, viven en condiciones infrahumanas,
sino también a los ciudadanos prósperos que con después de años, de décadas de
esfuerzo lograron ahorrar una cantidad tan grande como la que César Nava, en
cuatro cómodos pagos, usó para agradar a su mujer.
Me alegra que haya gente,
como la familia Nava-Patylu, que pueda pagar un millón de dólares por un
departamento, en la exclusiva zona de Polanco, de 335 metros cuadrados.
Sanamente digo que envidio ese estilo de vida: tres recámaras, terraza, cocina,
sala y comedor, en una torre elegante con gimnasio, alberca, sauna, dos
jacuzzis, salón de fiestas, jardín y área para juegos infantiles.
Para la mayor parte de los
ricos en el mundo, lograr ese patrimonio es cosa de años, de muchos años. Nava,
que según admitió él mismo no tenía ese dinero en su anterior cargo (era un
importante funcionario de Los Pinos), lo ahorró en menos de 24 meses dirigiendo
al PAN.
Una historia, por decir lo menos, sospechosa. Y
que, con perdón del panismo, apesta.