Hace algunos meses, bueno bastantitos, realicé una actividad muy linda. Se trataba de una meditación. La atmósfera: Un bosque, un hermoso árbol enorme y altivo se manifestaba en el corazón del mismo...
Sentados alrededor de ese árbol un grupo de personas observaban fijamente la corteza, revisando cada detalle. Poco a poco los fui induciendo a la relajación, la visualización estaba centrada en el árbol, en que sintieran la sabia y viajaran por el árbol, las hojas, hasta llegar a tierra; sentirla, vivirla. Al despertar la sensación de las personas, inexpertos en meditar en su mayoría y escépticos algunos, fue extraordinaria. Su rostro iluminado, relajado y tranquilo, decía mucho de sus emociones. El comentario más hermoso fue el de una chica, adicta al trabajo: comentó que creía que no sabía amar, pero gracias a esta meditación se dio cuenta que sí podía sentir el amor.
Todos refirieron el sentir de la tierra, la pudieron ver como un ser vivo, pudieron sentir una atmósfera de paz, de tranquilidad; pero lo más importante es que pudieron sentir amor.
Este sentimiento no supe cómo lo encontraron, lo curioso es que todos lo sintieron. Me llevó a recordar mis placeres exquisitos, mis deliciosos atardeceres, en donde me siento en la tierra a jugar con ella, con la arena, sintiendo como mi ser se eleva, mi pensamiento se detiene, escucho las aves, los sonidos de la naturaleza, el silencio escandaloso que siempre canta.
Y sí, siempre que me absorbo en la tierra, el sentimiento más fuerte es el amor. Yo me pregunto: ¿La tierra nos dará su amor o nosotros a ella? Los abuelos ancestrales, los prehispánicos, hablaban del vientre materno, de los rituales bellos de iniciación a la tierra. El náhuatl tiene sus terminaciones de los nombres en "tzin", que quiere decir venerable: venerable flor, venerable abuela, venerable madre. Nosotros no podemos entenderlo porque vemos a nuestra madre como "má", "jefa", "doña" y a la abuela como "abu" "tita" "agüe" o simplemente "abuela". Los abuelos ancestrales no escatimaban el tamaño del nombre para poder definir con cariño y respeto a las personas. A nosotros nos da flojera hablar, así que recortamos con "cierto cariñito"
Los rituales prehispánicos siempre tenían como objetivo el agradecer, el día, la noche, el cielo, el agua, los tiempos de cosecha, los de siembra, los de destrucción. Nosotros por ritual solo tenemos los católicos el ir a misa a regañadientes a cumplir. Los celtas también hablaban de los elementales y los espíritus que de ellos provenían como los duendes, hablaban de la necesidad de tener dulces en las casas para que los duendes estén contentos y no nos hagan travesuras.
Estos últimos meses hemos escuchado de volcanes, terremotos y más temblores. La tierra no se puede enojar, pero si acomodar. Yo me pregunto ante todo ese amor que sentimos hacia ella y que se puede sentir de ella hacia nosotros, ¿será agradecimiento y respeto lo que ella necesita para no cimbrarse tanto? Una planta cuando dices groserías enfrente de ella se seca, cuando le hablas lindo florece. ¿Será que la tierra, cuando ve caer muertos en ella, ese dolor lo guarda y de pronto lo saca o se seca como la planta? No puedo afirmarlo. Pero sí puedo sentirlo.
Hoy es viernes, día de reventón y relax. Antes de ir a la reunión, la fiesta o el café, siéntate en el pasto de algún parque, pon tus manos en la tierra y pregúntate qué sientes. Deja que tus manos charlen con la tierra, no pienses en catástrofes, en guerras o problemas, solo tú y la tierra. Cuando puedas dime qué sentiste. Ojalá y juntos podamos entender si la tierra necesita nuestro amor para estar tranquila. Y ya sabes, si no crees que este ejercicio puede servir de algo deja que los demás lo lean, trasmítelo en Twitter o Facebook y sirvámonos de estos medios para entender si la tierra nos ama o le somos indiferentes y si nosotros amamos o solamente decimos que vivimos.
Feliz día diario de la tierra, ella es nuestra madre, nuestra madre tierra. Vivimos en ella y de ella. Veamos si es válido amarla.