Hijo, Martin, te extraño. Cuando te perdí casi me pierdo, pero sigo y seguiré, tienes una hermana genial, una madre que te ama y muchos sueños hermosos por vivir. La distancia es relativa y el tiempo no es constante, cuando menos lo pienses nos estaremos abrazando. Mientras tanto espero que leas esta carta y de este modo te llegue mi mensaje. Es sencillo: "Te amo"

Hoy es 8 de mayo, estamos a dos días del tan celebrado 10 de mayo, día en que las flores se venden al mayoreo, todos "hacen su agosto" y yo agradezco al cielo el tener a mi hija a mi lado, una niña traviesa que me saca "canas verdes" justo como lo tienen que hacer los hijos con los padres. No existe amor más perfecto que el de una madre a un hijo cuando este amor es sano.

Pese a esto no puedo parar de llorar. ¿Por qué? Porque un día de noviembre de hace muchos años, antes que naciera mi hermosa hija, me quitaron a mi hijo.

Cuando nació mi hijo, ¡el niño más hermoso cobró vida! Recuerdo el momento en que salió de mi vientre, estaba tan pequeño. Después de más de 24 horas de labor de parto, no dilaté lo suficiente y el doctor decidió ponerme un suero para acelerar el parto, la contracción se trabó y tuve una larga contracción de más de una hora sin que el dolor cesara, mi hijo empujaba mis costillas, yo sentía que en cualquier momento una se rompería. El momento más alegre fue cuando llegó el anestesista e inyectó mi columna (esta vez la vertebral), deje de sentir la contracción, al poco rato comenzó la cesárea, después de una lucha por sacar a mi bebe al fin nació, puntual a las 7 de la mañana. Lo pusieron en mi hombro y le di su primer beso. Cuando mi hijo se quedó dormido en la incubadora yo tuve el sueño más placentero de toda mi vida, en plena cirugía.

Los primeros dos meses de vida de mi bebe fueron de cólicos, dormíamos muy poco, no me salía bien la leche, así que tenía que darle fórmula para complementar mi pecho. El médico me dijo que tendría que elegir por una, mi frustración llegó al grado de tomar un tira leche, con enojo y con dolor sacarme la leche del pecho, pensé que de este modo podría tener lista una mamila con mi leche para la siguiente toma. El milagro se dio. La leche salió como destapada, jeje... Después de eso y por un año más mi hijo disfrutaba de cantidades industriales de mi leche. Cuando estaba por cumplir dos años su papá lo alejó de mí. Tenía un año viviendo sola con mi hijo, su papá y yo decidimos separarnos porque él necesitaba un poco de "libertad" por sus llegadas a altas horas, con el celular apagado, ante mi necesidad de tener a alguien cerca para que me ayudara cuando el niño se enfermaba, tome la decisión de irme hasta donde mis papás vivían en ese momento.

Durante casi un año todo estuvo bien, renté un departamento, el papá me daba para los gastos del niño, cada quince días se lo llevaba el fin de semana. Pero después de una noche en que le dijo a mi mamá que no me amaba, mis ilusiones de retomar la relación después de algún tiempo se desvanecieron, al poco tiempo conocí al papá de mi hija. Cuando decidí irme a vivir a Acapulco sucedió lo que les cuento. Con la idea de tenerlo unas semanas en lo que me establecía en el lugar, dejé de verlo. Recuerdo ese día, el papá de mi hijo tenía al pequeño en sus piernas, el niño con toda su inocencia me decía adiós.

Yo no sabía que pasarían muchos años antes de volverlo a ver. ¿Por qué pasó eso? No lo sé. Una gama de circunstancias se dieron en ese momento, no hablaré ni bien ni mal del tema, ni daré culpas ni culpables, un juicio por lo civil que se encuentra empantanado en los archivos de algún juzgado ha hecho ese trabajo. Solo sé que a mi hijo lo vi nuevamente cuando tenía 6 años. Ese día el juez prácticamente obligó a que yo pudiera platicar con él unos minutos en los juzgados. Desde entonces todos los 10 de mayo me habla por teléfono mi hijo. Este 10 de mayo no lo hará. En el último encuentro con el papá de mi hija, me robó el teléfono en donde guardaba el número de mi hijo. Y desde entonces no he podido recuperarlo.

Cuando en Acapulco me di cuenta de que no me dejarían ver a mi hijo, regresé al Estado de México con el deseo de buscarlo, pero al hacerlo me encontraba en la calle, deprimida, desesperada y embarazada (poco tiempo después me enteré de esto); el papá de mi hija me acompañaba, pero hoy entiendo que no me ayudaba.

El mundo se veía horrible, nunca he sido de las personas que creen en el suicidio, siempre he pensado que existe una solución para todo. Pero en ese momento no encontraba ninguna. Cuando tenía cuatro meses de embarazo, al bajar de un puente peatonal me desmayé. Yo le dije a la amiga que me acompañaba que lo haría, que no se espantara, que cuando despertara nos iríamos a la casa, pero necia ella no me hizo caso. Comenzó a gritar como loca pese a que yo descansaba tranquilamente en las escaleras, no me golpeé pues previniendo mi desmayo me senté plácidamente y me recosté en las escaleras. Y sentí como el desmayo venía a mí, la oscuridad me rodeaba, un zumbido en mis oídos me tomaba presa y así, un sueño. De pronto una voz irrumpió mi descanso forzado...

En ese momento mi mayor cuestionamiento era: no haber podido evitar que se llevaran a mi hijo, el cual yo había pedido y deseado. Ahora sin dinero, comiendo gracias al favor de la familia de la amiga que me acompañaba, porque el papá de mi hija no trabajaba para "cuidar que no me suicidara". Así que después de 10 kilos perdidos en el embarazo, lo obvio era el desmayo, pero esa voz que les cuento no estaba incluida en el paquete de mi vagotonismo e hipoglucemia que generan mis desmayos. Me dijo: "Yo tengo fe en ti". ¡Esa era la razón por la que me enviaban otro hijo! Años después esa misma voz me pidió que así como él confiaba en mi yo confiara en él, así lo hice y hoy los médicos no explican... Pero esa es otra historia que después les contaré.

Posteriormente al desmayo tomé una decisión, trabajar y trabajar para salir adelante. Hoy no dejo de hacerlo. He pasado muchas cosas, y cuando se acerca esta fecha o el cumpleaños de mi hijo, o el mío propio, los festejos de Navidad, en fin, todas esas fiestas en las que lo más importante es darle un beso a tus hijos, el dolor crece, por eso me encierro en mi trabajo, tengo un buen tiempo sin poder llorar. Hoy estoy llorando, no lo sé, tal vez sea señal de que estoy viviendo.

¿Y las leyes? No es delito arrebatarle a su hijo a una madre, si esto lo hace el padre. Y hay muchas formas de aplazar un juicio para empantanarlo por años, justo como lo han hecho conmigo.

Pese a esto que les cuento y a mis lágrimas que hoy han sido unas descaradas que no me dejan estar, sé que "algo puede pasar". Eso que llamamos Dios que para mí no es hombre, sino una energía asexuada o polar hermosa que se manifiesta en todos a través del amor. Tiene muchos caminos para arreglar lo imperfecto, me lo demostró al enviarme a mi hermosa hija, justo en el momento en que necesitaba algo para mantenerme en pie y luchar, me lo demostró años después al momento en que mi hija sufrió un terrible accidente que casi le causó la pérdida de la vida y que ese mismo Dios evito que sucediera. En una historia hermosa que después les contaré y que me da la fuerza de decir a gritos no que "sí se puede" en ese viejo slogan de campaña que hoy sufrimos, sino que "pasan cosas", que así como podemos amanecer sanos y dormir con una pierna rota, podemos dormir con la angustia y dolor y despertar con la certeza de que hoy todo está bien.

La vida es. A veces es injusta, triste, solitaria y dolorosa. Pero en cualquier momento puede ser hermosa, bella y perfecta. Por eso no creo en el suicidio, cuando una persona toma esa terrible decisión, ignora que mañana algo puede salir bien y transformar nuestra vida, llevándonos a realizar todos nuestros sueños. No debemos caer en el drama de la vida, solo debemos ser pacientes y esperar, dar lo mejor de nosotros en todo momento, incluso cuando se presente una injusticia. Pues esa es la fuerza que realiza los milagros. El amor, la conciencia de lo que somos, el alcance de nuestras facultades, el respeto entre los hombres, el platicar. Estas son las herramientas para vivir en un mundo que en apariencia puede ser terrible, pero en esencia es bello. Siempre merece la pena seguir. Llorar un rato es válido, pero después disponernos a ser felices.

Yo espero que esta carta llegue a manos de mi hijo Martin H. Mandujano Bustamante, este año cumple 10 años. Como ven el Bustamante está implícito en mi pequeño, del mismo modo que mi corazón y mi fuerza. Así que sé que mi hijo será más fuerte que su madre y encontrará sus caminos.

Gracias por leer esta carta.