"No pueden pasar las niñas, señora, esta es una cárcel y no pueden entrar niños"-

Mi amiga y yo nos quedamos viendo con cara de ¿qué hacer?

El deseo por entrar con nuestras hijas era enorme. Claro que puede sonar

absurdo para algunos que deseáramos entrar a una correccional de menores; pero

sí: estábamos ansiosas por hacerlo.

Pensamos en cuál sería la mejor solución para el problema.

Por desgracia no teníamos con quien dejar a las pequeñas, así que seguramente

no podríamos asistir al evento...

En eso estábamos cuando de pronto el jefe de seguridad

del penal me dijo: "No se vayan, parece que podrán ingresar las niñas,

espérenme por favor"

Entonces esperamos. Minutos después pasábamos la puerta

del reformatorio. Dos uniformados nos dirigían hacia una mesa donde una mujer

policía abriendo una bolsa de plástico nos hizo dejar "nuestras pertenencias".

Imaginen el rostro de un par de niñas menores de 10 años quienes miraban las

rejas, los policías, y todo lo que sucedía como algo muy raro y con un dejo de

temor. Los policías les daban indicaciones a las niñas y a nosotros también.

Entonces nos hicieron entrar a las cuatro mujeres que

veníamos en un baño pequeñito. Nos mirábamos unas a otras. El miedo nos

recorría a todas. Incluso a las pequeñas nenas quienes extendieron sus manitas

a los lados y fueron "cacheadas" como se dice normalmente, con el clásico

recorrido en los pantalones y los laterales.

Entonces accedimos a la segunda puerta. Las niñas

nerviosas, el ambiente extraño, los "actores" en el patio, un grupo de ellos cuchicheaba.

Entonces tomamos asiento. Una atmosfera impresionante, las paredes con un

enorme alambrado de púas doble, policías con los rostros cubiertos...

Cristóbal Colón corría de un lado al otro del patio de la

cárcel. Los presos gritaban, cambiaban de vestuario, actuaban como

profesionales. El impacto de los lugares

y los espacios no dejaba duda. La violencia en su máximo esplendor entre

jóvenes. Una búsqueda por cambiar. Por "reformarse".

Les parecerá un poco incongruente mi texto hasta este

momento: reformatorio, presos, actores, Cristóbal Colón Almirante del Mare

Tenebrosum, niñas, sillas, "pertenencias", alambrados, policías con rostros

cubiertos, MIEDO. Es un hecho que cualquiera se alarmaría si tan solo leyese

las palabras sueltas... pero mejor les

explico lo que estaba sucediendo en ese momento y cuál la razón de tanta

incongruencia:

Resulta que me precio de tener una buena amiga, quien

además de ser una mujer muy bella e inteligente es una persona de trato dulce,

amable y elegante. Posee cualidades físicas propias de top modely es astuta e inteligente en su área de su trabajo, el

turismo. Ella vino de San Miguel Allende a ver a su novio actuar en una obra de

teatro. Horacio García Rojas es un joven

actor profesional, de rostro profundo,

temperamento fuerte y ágil respuesta. Alguien que en escena resalta

inmediatamente y cuya viril forma deja abierta de boca a cualquier mujer. Es un

hecho que la pareja despide ese tipo de aura que hombres y mujeres voltean a

ver con admiración en la calle.

Horacio fue invitado a participar de último momento a una

obra extraordinariamente extraordinaria. Y cuyo contexto genera un nudo en la

garganta y el que un pensamiento de ilusión se abra en mi mente.

Daniel Giménez Cacho dirige un proyecto que no solo tiene

como objetivo una puesta en escena con actores de primera, diálogos profundos e

interesantes y escenarios totalmente fuera de toda lógica. Daniel también

mantiene una ambición que se evidencia en su obra: sanar a la sociedad (o por

lo menos poner su granito de arena). La teoría es sencilla: el ser humano

requiere de la cultura y del arte para elevar sus valores civiles y mantener

una atmosfera más armoniosa y libre de violencia. A saber: el ser humano

requiere de ser tratado como ser humano y puesto ante una disciplina y trabajo

profundo para que reestructure su forma y conviva en armonía. Interesante, ¿no?

¡Sigan leyendo!

Resulta ser que en seis meses de trabajo en esta cárcel

para adolescentes, se ha visto que la violencia ha disminuido

impresionantemente. Los reclusos mantienen más respeto entre si al tiempo que

se han reducido condenas por homicidio calificado en un porcentaje muy alto. Se

ha organizado una forma de vivir que puede serles funcional tomando, ésta vez, la

propuesta de educarse y reformarse.

Exponiéndose en todo momento dentro de estas instalaciones,

Daniel ha hecho que un impresionante equipo de trabajo se involucre y participe.

La empresa encargada de montar la obra la ha vendido a empresas cuyos empelados

asistirán como yo lo hice, siguiendo todas las condiciones necesarias. Lo que

se recaude de la venta de la funciones será puesto en un fideicomiso que

garantice la educación de los muchachos a la hora de salir de su encierro.

Por primera vez me entero que un reformatorio desea

reformar verdaderamente y comprueba mi teoría que la sociedad puede sanar. Como

dicen los jóvenes reclusos durante la obra: no se trata de matar una cucaracha

(refiriéndose a sí mismos como internos de ese lugar), sino de que las

cucarachas se conviertan en Hombres y como tal logremos un cambio social que ya

nos urge.

En estos días les hablaré más de la obra, pues es mi

intención contarles un poco más al respecto. En la espera que esto nos dé

algunas ideas de cómo podemos poner un granito de arena para mejorar.

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