Bicentenario. El primer error, germen del
resto de ellos, es involuntario: Que una conmemoración de semejante naturaleza
y tal envergadura haya quedado bajo la responsabilidad de quien no está
interesado y no desearía estar en esa posición sino para, en todo caso,
distorsionarla. Encontrar en manos del PAN y de un presidente sin legitimidad la
organización de la conmemoración del Bicentenario, ha sido una mala broma, una
ironía, una burla de la historia, sin duda.
Luego tenemos a Vicente Fox, presidente electo
con el subterfugio del "voto útil" con el cual venciera a débiles contrincantes,
nombrando a uno de ellos, Cuauhtémoc Cárdenas, como coordinador de los festejos
por venir. Si lo hubiese hecho en un periodo de "normalidad" democrática tal
vez no habría habido consecuencias. Pero lo hizo en junio de 2006. En plena
efervescencia posterior a la elección. En Fox, un claro delincuente electoral,
hay intencionalidad en ello. ¿Y en Cárdenas, sólo se trató de un error el
aceptar tal nombramiento? ¿Se trató de ambición o negociación para convalidar
el fraude o debemos pensar en un genuino interés por los acontecimientos
históricos? Habría sido interesante de todas maneras haber conocido la
propuesta de Cuauhtémoc. Desafortunadamente se vivía entonces la circunstancia más
inapropiada para ello; se equivocó, Fox se burló de él nuevamente.
Ya en la feria de los errores, el hijo del
General inició el desfile de encargados del Bicentenario. Hasta que por último la
responsabilidad cayó en manos de Lujambio, pero en realidad, en control de Ric
Birch. El productor australiano especialista en espectáculos de todo orden sin
importar el contenido de fondo de los mismos. A él denle la cantidad que
solicita y ya está: fuegos, dragones, catedrales danzantes, pirotecnias. El chiste
del pasado 15 de septiembre salió tan sólo en 580 millones de pesos: ¡Una
bicoca para semejante cosa! ¡Si tan siquiera hubiese logrado superar la espectacular
inauguración china!
Mas no se trató de un error de Birch. A él le
pagan, hace su showy ya (aunque esté desgastado, siempre quedan
incautos a quienes engañar con espejitos). ¿Quién debió haber sido el
responsable de supervisar el contenido de la "celebración"? ¿La Comisión
Organizadora de la Conmemoración del Bicentenario, Lujambio, FHC, tal vez todos
juntos? A televisa ni qué reclamar, más que complacida con los resultados que a
muchos trajo memorias del programa Siempre en Domingocon el previo de MéxicoMagia y Encuentro. Esta celebración birchiana fue lo mismo o algo muyparecido, pero en grandote, dijo la gente. ¿Intervino televisa en la eleccióndel contenido, de las progresiones? Porque el resultado fue más televisivo queuna celebración popular en las calles semivacías. Por los rostros y palabras deLujambio y FHC, se diría que ellos también estuvieron más que complacidos.Para alcanzar el júbilo completo, debieron antesaconsejar una y otra vez que el público se abstuviera de ir al Zócalo.Restringieron el acceso. Militarizaron el Centro Histórico. Excluyeron a lagente que ha asistido al mismo por décadas y para quienes esta ocasión tendríael significado de un acontecimiento trascendente para la ciudad y el país. Nopudo ser. Acabaron con la verbena popular. ¿Miedo a la violencia, a losabucheos?Otros desbarres: El uso de una fortuna noaclarada en los festejos cuando el país tiene necesidades urgentes que atender,cuando gran parte de la población vive en la miseria. El paseo de las osamentasde los héroes que no están siquiera verificadas del todo como auténticas. Comosi importara más el hueso que el símbolo. Como si antes que ello no fueranecesario considerar, al menos, si sus luchas y sacrificios han rendido frutosal presente. El olvido, en aras de la frivolidad, de la esencia de loconmemorado. La cancioncita "Shalalalalá" en siete versiones distintas. Como siuna no alcanzara ya la ignominia. Y así, otros errores de diferente tamaño.Y para acabar, tenemos al Coloso. Al gigantelevantado en el Zócalo durante el espectáculo del 15 de septiembre. Esta delColoso no es una idea original. El año pasado, por citar un ejemplo, se erigió,como símbolo de la reunificación de Alemania y de Berlín en particular, a unaniña gigante que se reencontraba con el padre más gigante aún. Las grúas hacíanque se abrazaran en la Puerta de Brandeburgo y ya al final ella se le sentabaen las piernas; ambos sobre una silla descomunal.Resulta que después de haber sido ampliamente difundidoy debatido el tema en Twitter, se confirmó y comprobó que la estatuaestuvo inspirada en la figura y el rostro de Benjamín Argumedo. Para comenzar,se trata de un personaje de la Revolución no de la Independencia. El autormismo, Juan Carlos Canfield, lo corroboró y pudo ser leído en Flickrsucomentario y la foto comparativa hasta que tras la polémica él mismo quizá eliminarala descripción de su fuente inspiradora o fuera obligado a ello. En entrevistaradiofónica mencionó que un colaborador suyo del Estado de Durango le sugirióel modelo que él aceptó de inmediato. Para continuar, Argumedo encarna una delas leyendas negras del movimiento armado revolucionario. Apenas había asumidola presidencia Francisco I. Madero cuando se unió a Pascual Orozco paracombatirlo. En un historial de traiciones, cambiaría de bandos constantementede acuerdo a sus intereses. Combatiría férreamente a Pancho Villa y a Zapata endistintas ocasiones. Al ser asesinado Madero, Argumedo, sin ningún ideal opudor de por medio, reconoce a Victoriano Huerta quien lo nombra general y prosigueasí, hasta su fusilamiento en 1916, su carrera de crímenes y traiciones registradaya por los historiadores. Entre lo más destacado, una matanza de cientos de chinos.Esta es la ficha mínima de "El León de la Laguna". Pedro Salmerón lo rescata y valoraen su condición de "colorado" a quien le tocó estar del otro lado de lahistoria. Cierto, sin embargo, no deja de ser un personaje polémico que vacontra el sentido del movimiento social de su época. Qué pesar produce eldesencuentro entre el brazo armado del magonismo y los principalesrevolucionarios, punto también señalado por Paco Ignacio Taibo II en subiografía novelada sobre Pancho Villa. Durante la Revolución Mexicana abundanpersonajes como Argumedo en todos los bandos (leer cuando menos a Martín LuisGuzmán y Francisco L. Urquizo), pero a cambio, están los que honestamente sostieneny defienden causas sociales. El Coloso representanada menos que el espíritu de la violencia, la traición y el crimen. Ha de serpor ello que el símbolo ha resultado tan hosco y hostil al ser encumbrado en laplaza. Porque está inspirado en un traidor del movimiento maderista tan caro alos mexicanos. Es indudable que México se ha construido o destruido en laviolencia y la traición durante siglos. Pero ha sido infligida principalmente porquienes han ostentado el poder. Los movimientos contestatarios han creadoviolencia también, cierto, pero la necesaria tal vez: han tenido una causa o unideal y han confrontado al poder autoritario. No hay que tratar de ocultar loinocultable. Pero de allí a hacer de ello un exaltado símbolo, como unasignificación de lo mexicano, hay una colosal distancia que debiera mover apreocupación, cuando menos. Para el Centenario, ¿cabría esperar un coloso deIturbide, López de Santa Anna, Hernán Cortés? Son capaces de todo. La preguntaes, pues: ¿ignorancia o burla? Y el cuestionamiento sobre la responsabilidaddel desbarre es también oportuna aquí: ¿Lujambio (aunque lo niegue, ya está declaradopor el autor y registrado por los medios) o FHC? Porque alguien debió haberaprobado o supervisado una obra de semejante pretensión y costo. ¿O su cargo consistetan sólo en firmar cheques y transferencias? ¿Ignorancia, burla, negligencia?Uno más para cerrar. El arco Bicentenario enla avenida Reforma, que en realidad no es arco sino columna, no pudo serconcluido a tiempo. Se inaugurará hasta el ¡2012! Ya estarían renunciando losresponsables de tal negligencia en cualquier país con un mínimo de respeto ydignidad democrática.¿Qué desagradables sorpresas nos esperan aúnpara la conmemoración del Centenario de la Revolución ya tan cercana en estaorgía oficial de fantasía y olvido?