Hace algunos días a twitter llegó un tema francamente trascendente, #ApagonTelevisa, a propósito de algunas críticas que se habían hecho precisamente en un programa de "debate" de una televisora mexicana, donde por supuesto se había tildado a las redes sociales, y específicamente algunos de los que forman parte de las redes sociales, de actuar con dolo y mala fe sobre las masas, a un estilo poco menos que viles provocadores, por cuestionarse cosas que o no les interesaba que se cuestionaran o simplemente no querían que fueran cuestionadas, amén de lo que haya sido.
Se propuso 30 de abril y 1 de mayo para dejar de ver televisión y específicamente "Televisa", por una razón que originalmente no tenía que ver con su programación: tácitamente por ser una empresa acostumbrada a mal informar, encubrir al gobierno y minimizar a sus opositores, además de ser claramente un monopolio de las comunicaciones en el país.
El pasado domingo, Álvaro Cueva en su columna "parroquial" dedicó su valioso tiempo a escribir menospreciando el #ApagonTelevisa, argumentando entre otras cosas que ni cosquillas le hace a Televisa un boicot de éste tipo, puesto que siendo todo un imperio, para el que nada representan boicots de twitteros desorganizados, que no saben hacer las cosas y que además se sienten más de lo que son.
Tristes reflexiones, leer su columna no me deja más que un sabor a profundo desprecio por las acciones de cientos de personas, no por nada ha sido uno de los hashtag más controversiales y seguidos.
Pero desgraciadamente, hasta que dejemos de pensar que una acción de éste tipo no es menos que un calambrito irrisorio, y sigamos comprando menos que basura envuelta en celofán y espejitos, pues todo va a seguir igual.
Y lejos de importarles a las televisoras mexicanas, buscar fomentar la cultura; el pensamiento crítico; el análisis; la educación; e innovar sus contenidos con programas de calidad y de investigación, se conforman con llenar sus programaciones con programas no absurdos, lo que le sigue.
Siguiendo educando a más generaciones de mexicanos y mexicanas, de la mano de una televisión, siendo testigos exclusivamente de lo que a sus intereses conviene que vean. Telenovelas rosas donde casualmente una mujer joven y humilde conoce a su príncipe azul, y a pesar de los obstáculos triunfa su amor y curiosamente brilla en sociedad; o en el caso contrario, un joven igualmente humilde se enfrenta a cientos de adversidades, se enamora de una mujer exitosa, se convierte en un hombre exitoso, triunfa su amor y son felices por toda la vida; programas de revista ridículos, donde al grueso de los televidentes se les tacha de imposibilitados mentales y la mayor parte del programa es basura comercial, chismes de espectáculos y su cotidiano amarillismo. Llegando al grado, específicamente un "presentador" de llamar a sus televidentes femeninas "vaquetonas", y otro de tachar a los homosexuales de "anormales".
Pero la culpa no se la echemos a las personas humildes por su condición, y no poder pagar televisión de paga con canales exclusivos y de contenido de calidad.
Hasta que no se regule clara, efectiva y sin dadivas de por medio, la manera en que se otorgan y regulan las concesiones de los medios de comunicación, todo va a seguir igual.
¿A qué gobierno le importa meterse con una empresa televisora que, por si fuera poco, le educa a las nuevas generaciones, y le tiene calladitos a millones?
¿Y contra la ignominia y la idiosincrasia de la televisión mexicana qué y cuándo?