Hay ocasiones en que lo único que hace falta para amargarse el día desde muy temprano es escuchar los noticieros y enterarse de cómo anda el mundo luego de un fin de semana en que lo que uno pretende es distraerse un poco para no pensar en el chiquero infecto en que los panistas han convertido poco a poco este país. No obstante, recién empezando el lunes la realidad se abre paso implacable para recordarme que, como dicen en el pueblo, "en todo el mundo hay marranos", o lo que es lo mismo, en todas partes se cuecen habas derechistas, cultivadas cuidadosamente por orangutanes totalitarios de la misma ínfima catadura moral que los atildados señoritos de cuello blanco que nos dizque gobiernan en México.

Escucho a Carmen Aristegui dar cuenta de cómo el régimen de facto en Honduras ha ordenado el cierre de los medios de comunicación opuestos al golpe militar que derrocó al presidente constitucional Manuel Zelaya. En particular, el canal 36 y la emisora radial Radio Globo, que habían mantenido una cobertura informativa veraz y plural de los acontecimientos en aquel país, han sido tomados por el Ejército golpista, en un despliegue groteco de brutalidad bananera de quinto mundo. Los mandriles descerebrados de la oligarquía de ese país centroamericano, apoyados en las bayonetas y fusiles de sus mandrilitos del ejército, baten palmas felices ante la represión, como han celebrado de manera abyecta el bombardeo con gases lacrimógenos, las golpizas de la policía a los manifestantes, los muertos por la represión... en suma, los mandriles hondureños celebran el salvajismo, la barbarie, el caos...

Pero como dije al inicio, en todo el mundo hay marranos. Este festín de sangre, horror, estulticia y cinismo no es privativo de Honduras, país de por sí bastante jodido como para tener encima la maldición en exclusiva. No es una cuestión hondureña; es una epidemia que recorre a toda América Latina enfermando a los países en donde se asienta. Es un virus corrosivo y letal que pudre las entrañas de las sociedades que le dan alojo. Se inocula lentamente porque se disfraza bajo mil y una máscaras: el "cambio", la "pasión", las "manos limpias", la "renovación", el "orden", el "destino"... Una vez contaminado el cuerpo social, comienza la labor destructiva de este virus, que no descansará, si se le deja, hasta haber carcomido lenta y dolorosamente el organismo en el cual se metió.

No es un virus que se haya originado en Venezuela, cuna del "eje del mal" según ladran los halcones de Washington y aquí sus guajolotes nativos. No es un virus boliviano, donde Evo Morales ha sabido vacunar a su pueblo contra la terrible enfermedad. Es un virus antiquísimo, que brotó cuando la Inquisición en la Nueva España ordenó la quema de manuscritos y códices mayas; que se manifestó en la quema de libros en la Alemania de los años treinta, y en el Chile posterior al 11 de septiembre de 1973, cuando el régimen también redujo a cenizas a las obras que le eran incómodas. Es el mismo virus que mata "de gastrits" a una anciana en Zongolica cuando todas las pruebas y testimonios de primera mano hablan de violación por parte de soldados; es el mismo virus que encarcela tres años a una indígena por "secuestrar" a unos perros rabiosos armados hasta los dientes que previamente se dieron vuelo madreando a tianguistas terroríficamente armados con flores y antojitos mexicanos. Es elvirusque enloquece a los enfermos haciéndolos proferir amenazas incoherentes, como esa de "si no me aprueban mi 2%, van a pasar hambre". Sí, es un virus letal.

Es, sin duda alguna, un nuevo tipo de virus porcino, porque marranos son quienes lo contraen, diseminan y propagan a países enteros; porque cerdos merecen ser llamados quienes, enfermos mentales sin remedio, aplauden y celebran el contagio; porque puercos son sus portadores y puercas sus estrategias. Un virus que debiera ser erradicado sin contemplación alguna, especie mutante cuyo destino debiera ser la aniquilación por la via inmunizante, vacunando a las sociedades con la medicina de la educación, del desarrollo, del libre pensamiento. Aquí en México, la enfermedad llegó hace más de 25 años, procedente de Harvard y de Yale y del Tecnológico de Masachussetts. Se extendió como la espuma, y desde hace 9 años la pandemia está declarada. Llevamos nueve años batallando y padeciendo la gripe de los puercos azules. El virus porcino es azul.

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