Hay ciencias
matemáticas que se disfrazan de actividades lúdicas, como por ejemplo, el
póquer. Y hay artes adivinatorias que se disfrazan de ciencias sociales, como
por ejemplo, la politología. Para intentar saber qué le pasó por la mente a
Alejandro Rojas Díaz Durán, Secretario de Turismo del Gobierno del Distrito
Federal, con las declaraciones publicadas en el diario Reforma, puede optarse por hacer modelos que emplean herramientas
que competen a ambos tipos de técnicas.
En algunos
círculos del gabinete del Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard Casaubón, al conocer
la aparente ocurrencia del encargado de la cartera turística, fue de evidente
molestia: al parecer esto no encaja con los planes esperados por la mayoría de
funcionarios al interior del gobierno local para la sucesión en el gobierno al
frente de la ciudad más poblada del hemisferio. Concretamente, gente del grupo
cercano a Mario Delgado Carrillo, Secretario de Finanzas del Gobierno del
Distrito Federal, fue quien denostó el "autodestape" de Rojas, a partir de un análisis
apoyado en la adivinación politológica: que si Delgado tiene más posibilidades
por su gestión acertada en una cartera que es de suyo compleja (recordemos que ha logrado un exitoso
refinanciamiento de la deuda pública de la entidad), que si ha colaborado
íntimamente con Ebrard en los últimos doce años (característica que comparte
con Rojas), que si, inclusive, el propio Jefe de Gobierno le pidió que
desistiera de sus aspiraciones a competir como candidato a gobernador por el
Partido de la Revolución Democrática en su natal Colima... Para el grupo de
Delgado Carrillo todo ello es evidencia de que Rojas cometió un acto de
indisciplina propio de un novato, por lo que rápidamente tendrá que bajarse,
voluntaria o forzadamente, del fugaz pedestal mediático en el que se "trepó a
las carreras". Hasta aquí, de manera general, un modelo clásico de predicción
donde el pobre Rojas queda peor parado que Jesús González Schmal en cualquiera
de sus momentos en la vida pública.
Pero si el
análisis cae en el terreno de esa ciencia exacta llamada póquer, el modelo
resultante puede ser otro. Una de las herramientas estratégicas más eficaces
que tiene este juego de naipes consiste en el llamado "bluff", que puede
delimitarse como la simulación, mediante signos exteriores, de
la posesión de una mano ganadora cuando en realidad se tiene una de
menor, o incluso nulo, valor, pretendiendo disuadir a los demás jugadores de
entrar en la ronda, haciendo ganador al que utiliza el "bluff". Sin embargo, puede resultar en funestas
consecuencias para quien lo utiliza (el "bluffer") si uno de los jugadores, con
una mano ganadora, decide acompañarlo en su apuesta, toda vez que en realidad
el "bluffer" no trae nada. Aquí es donde se traslada este concepto a las
ciencias políticas: el "bluff" es el conjunto de actitudes que no corresponden
con el potencial real de un funcionario, en un afán de ser ubicado en un futuro
escenario político al que le es difícil, por no decir imposible, acceder.
En el caso concreto,
Alejandro Rojas parece estar haciendo una apuesta no a obtener la candidatura
para Jefe de Gobierno del Distrito Federal, sino a cruzar de administración en
algún puesto que le permita mantener, en mayor o menor medida, una presencia
similar a la que ocupa ahora. Para ello, aparenta simular que cuenta ya con el
apoyo de alguna corriente política a través de un "autodestape", esperando que, de momento, nadie "pague por
ver su mano" ante lo anticipado del movimiento. Más le vale que sea así, pues el
"bluff" es una actividad cara, vacía y políticamente suicida, como fin en sí
mismo. En el póquer y en la política nada hay más difícil que mantener un
equilibrio constante entre los signos exteriores y la jodida realidad: ambas
son diversas caras del arte de tragar sapos. Habrá que ver si estos signos le
bastan a Rojas para negociar algo en el trayecto que arranca a partir de 2012,
ya sea con Mario Delgado o su propio jefe, Marcelo Ebrard.