Por Pablo Tonini. CorresponsalMiami, 17 Ene (Notimex).- Pedro Machado, un cubano exiliado residente en Miami, Florida, en el sur Estados Unidos, espera con impaciencia que Barack Obama asuma la presidencia de este país para poder viajar con mayor frecuencia a Cuba.Mientras juega dominó en el tradicional "Parque de Dominó" de la céntrica Calle Ocho del barrio conocido como La Pequeña Habana, Machado comenta que ya está juntado varios artículos y prendas de vestir para llevar a sus familiares en Cuba.La última vez que Machado viajó a Cuba fue hace dos años, para ver a sus tías, tíos y primos que viven en La Habana, y no ha vuelto debido a una normativa dictada por el gobierno de George W. Bush que le permite sólo una visita cada tres años.Pero Machado está esperanzado en que Obama cumplirá su promesa de campaña de permitir que los cubano-estadunidenses puedan viajar sin limitaciones a su país y envíen el dinero que quieran a sus familiares."Es una injusticia que tiene que ver con la política durante el gobierno de Bush, y que no tiene porqué lesionar a las familias", asegura Machado a Notimex, sin dejar de mover las piezas de su juego de dominó. "Ojalá que Obama termine con eso".Durante su campaña, Obama levantó grandes expectativas entre los dos millones de exiliados cubanos que viven en el sur de Florida, al prometer que levantaría las restricciones impuestas por Bush en 2004, que permiten un solo viaje a la isla cada tres años y limitan el dinero que pueden enviar.Los interesados en el debate sobre el embargo comercial a Cuba coinciden en que Obama retirará las restricciones mediante una decisión ejecutiva, pero la gran interrogante es si el nuevo gobierno y el Congreso trabajarán para eliminar otros aspectos del embargo.Esta última tarea parece más compleja en opinión de Ninoska Pérez, líder del Consejo por la Libertad de Cuba, un grupo anticastrista férreo defensor del embargo, ya que la Ley Helms-Burton impide cambios en la política hacia Cuba mientras sigan en el poder Fidel o Raúl Castro.Esta ley, aprobada en 1996 por el anterior presidente demócrata, William Clinton, exige la aprobación del Congreso para ser modificada, y está por verse si Obama estaría dispuesto a enfrascarse en esa lucha.La nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, puso las cosas más claras hace unos días, al afirmar en una comparecencia ante el Senado que Obama quiere levantar las restricciones.Pero Clinton aclaró que Cuba debe moverse hacia una reforma democrática y liberar presos políticos, antes de que Estados Unidos cambie su política.Obama podría revertir otras medidas adoptadas por Bush, como la exigencia de pago anticipado para venderle alimentos agrícolas estadunidenses, y reanudar conversaciones migratorias.Los cubanos del exilio parecen estar listos para un cambio, si se toman en cuenta los resultados de una encuesta realizada en noviembre por la Universidad Internacional de Florida.Ese sondeo mostró que 55 por ciento de los cubano-estadunidenses residentes en Miami, que en su mayoría apoyaban en el pasado las políticas de línea dura, ahora respaldan el levantamiento del embargo.Pero algunos analistas son escépticos sobre esos resultados y sobre las posibilidades de que el nuevo aire que traerá Obama a la Casa Blanca logre algún cambio en la actitud de La Habana.Jaime Suclicki director del Centro de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami, cree que el actual presidente Raúl Castro no hará ninguna concesión a Estados Unidos, porque no tiene necesidad con aliados como Venezuela, China e Irán.Si bien Raúl Castro ha realizado algunos cambios "cosméticos" tras su llegada al poder, dijo, las cuestiones de fondo como la economía y el sistema de gobierno no van a cambiar como no han cambiado en 50 años.Como quiera, cualquier cambio en la política de Estados Unidos hacia Cuba será fiscalizado de cerca por el legislador estadunidense Lincoln Díaz-Balart, defensor del embargo, quien dijo que trabajará para hacer que el nuevo mandatario mantenga su palabra de no dar concesiones a Cuba de forma unilateral.Obama será el undécimo mandatario estadunidense que se enfrente a la revolución cubana, que acaba de cumplir cinco décadas, en una disputa que ha sobrevivido a la Guerra Fría y la caída de la antigua Unión Soviética.