El presidente legítimo de México, Andrés Manuel
López Obrador, publicó un manifiesto, en el que llama a trabajar cotidianamente
en la organización del pueblo para frenar el proceso de descomposición social e
iniciar la transformación de México.
A continuación le mostramos el desplegado
completo:
Manifiesto al Pueblo de México
Como es aceptado por casi todos, México atraviesa
por una de las crisis más severas de su historia reciente. Es algo más profundo
que una simple recaída económica. Se trata de un proceso de degradación
progresiva que afecta a todos los órdenes de la vida pública y de la
convivencia social.
Desde nuestro punto de vista, esta decadencia ha
sido ocasionada por un grupo minoritario que ha venido imponiendo una política
de pillaje, contraria al interés nacional.
La actual oligarquía se conformó desde el
gobierno de Carlos Salinas cuando un puñado de traficantes de influencias,
inició, al amparo del poder público, el despojo de bienes de la nación y del
pueblo, con el engaño de una supuesta modernización del país. El modelo llamado
neoliberal, más bien de corrupción y saqueo, se consolidó con los gobiernos de
Zedillo, Fox y Calderón.
Este grupo de potentados, con el paso del tiempo,
fue adquiriendo poder político hasta situarse por encima de las instituciones
constitucionales. En los hechos, ellos son los que verdaderamente mandan en el
país. Deciden sobre cuestiones fundamentales en la Cámara de Diputados y en el
Senado, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Instituto y en el
Tribunal Electoral, en la Procuraduría General de la República, en la
Secretaría de Hacienda y en los partidos Acción Nacional y Revolucionario
Institucional. Además, poseen o controlan la mayor parte de los medios de
comunicación del país.
Con ese poder omnímodo, la oligarquía ha logrado
mantener y acrecentar sus privilegios, condenando a la mayoría del pueblo al
sufrimiento, al destierro y a la sobrevivencia. Es innegable que en los últimos
25 años unos cuantos mexicanos acumularon riquezas, como no ha sucedido en
ninguna otra parte del mundo, pero en contraste, México es uno de los países
con mayor desigualdad económica y social en todo el planeta. La riqueza de unos
pocos se ha edificado con la miseria de otros muchos y éste es el origen de los
males que aquejan y atormentan a la nación.
Desde luego, nuestra visión de la realidad no es
compartida por los culpables de la tragedia nacional y sus secuaces. Por el
contrario, ellos no sólo eluden su responsabilidad, sino que ante el desastre
que han causado maniobran tenazmente para continuar engañando y confundiendo.
Actualmente, sus voceros, con análisis
superficiales y simplistas, atribuyen la crisis a factores externos, a la falta
de culminación de las llamadas reformas estructurales o a las fallas de los
políticos.
Inclusive, está de moda que los otrora defensores
de Calderón, hoy achaquen la debacle a su ineptitud y a la inexperiencia de los
gobiernos del PAN, soslayando deliberadamente las causas de fondo.
Sin embargo, nosotros vemos las cosas de otra
manera. Sostenemos que la crisis se agravó cuando la oligarquía decidió imponer
a Felipe Calderón para impedir un verdadero cambio. Como es lógico, y lo
advertimos en su momento, es difícil gobernar luego de un fraude electoral, sin
legitimidad ni autoridad moral y política. Además, en un entorno de crisis, era
prácticamente imposible que Calderón pudiese ejercer el poder, atado a los
intereses creados y aplicando la misma política antipopular y entreguista de
sus antecesores. Desde su origen, el gobierno espurio estaba condenado al
fracaso.
Pero no nos confundamos, la caída de Calderón
después del 5 de julio, no significa que los que realmente mandan y deciden en
el país hayan perdido fuerza. Una vez más estamos siendo testigos de la
restauración del mismo régimen, una operación que antes se llevaba a cabo al
final de cada sexenio y que ahora, por la descomposición social y la falta de
decisión para enfrentar los problemas, se tiene que efectuar cuando el gobierno
de Calderón ni siquiera ha cumplido tres años.
Esto explica por qué la oligarquía impulsó o
cuando menos permitió que, con dinero a raudales y con el apoyo de los medios
de comunicación, resurgiera el PRI y con éste progresara la intentona de
imponer a Enrique Peña Nieto como candidato a la Presidencia de la República en
2012, para seguir manteniendo la misma política de corrupción y privilegios.
Todo esto sin pensar en el deterioro de la vida pública ni en la postración del
pueblo; eso es lo que menos les preocupa. Es más, son tan desalmados que no les
importó convertir a Calderón en un chivo expiatorio.
También tengamos en cuenta que los potentados no
están dispuestos a permitir ningún cambio que ayude realmente a enfrentar la
crisis económica. Para ellos es intrascendente que México sea uno de los países
con menor crecimiento en el mundo o que no se generen empleos.
Les da igual que se deje sin apoyo a los
productores del campo, a los pequeños y medianos empresarios o que se termine
de arruinar la industria eléctrica y la del petróleo. En su estrategia seguirán
protegiendo a los monopolios, utilizando el presupuesto público y las reservas
internacionales del Banco de México para rescatar y favorecer a banqueros y a
grandes empresarios.
Sin duda, en la próxima legislatura, en vez de
reformar las leyes fiscales para que los potentados paguen impuestos en
proporción a sus ganancias, tratarán de cobrar IVA por la comida y los
medicamentos, y harán todo lo posible para recaudar más, aumentando el precio
de las gasolinas, de la luz y de otros bienes y servicios. Por lo mismo, cuando
se tenga que aprobar el nuevo presupuesto, antes de cancelar los privilegios de
la alta burocracia, estarán a favor de recortar el gasto destinado a programas
sociales.
Pero lo más grave es que no se hará nada,
absolutamente nada, para detener la descomposición social que ha llevado a la
inseguridad y a la violencia. Nunca aceptarán que a millones de mexicanos, en
particular a los jóvenes, se les ha cancelado el futuro pues no tienen
oportunidades de trabajo ni de estudios y sólo les han dejado el camino de la
migración o de las conductas antisociales. Van a seguir queriendo resolver este
problema eminentemente social con medidas coercitivas, sin tomar en cuenta que
la paz y la tranquilidad son fruto de la justicia.
En pocas palabras, desgraciadamente, no vemos en
el corto plazo ninguna posibilidad de que las cosas mejoren en beneficio de las
mayorías. Todo indica que persistirá la degradación del país. En consecuencia,
la única alternativa que se tiene es seguir luchando hasta derrotar a la
oligarquía en el terreno político, de manera pacífica, para hacer valer la
democracia y establecer un gobierno que combata la codicia y la corrupción,
distribuya con justicia las riquezas de México y garantice el bienestar y la felicidad
del pueblo.
En esta nueva etapa, considero que los
integrantes de nuestro movimiento y todos aquellos ciudadanos concientes y
dispuestos a contribuir a la transformación del país, debemos cumplir de
acuerdo con nuestras posibilidades las siguientes tareas:
1. Trabajar cotidianamente en la organización del
pueblo. Es necesario tener claro que si no hay un cambio profundo no se puede
enfrentar la decadencia que se padece ni mejorar las condiciones de vida y de
trabajo de la población.
Asimismo, debe tenerse presente que esta
transformación sólo podrá darse de abajo hacia arriba, con el criterio de que
sólo el pueblo puede salvar al pueblo. Sin la voluntad y la decisión de la
gente no se puede enfrentar a la oligarquía que posee inmensas riquezas y
controla los medios de comunicación.
2. Para hacer este trabajo de concientización y
de organización es indispensable continuar sumando a más representantes del
gobierno legítimo, a partir de consolidar los comités municipales y crear
nuevos comités en barrios, colonias, unidades habitacionales, pueblos y
comunidades del país.
3. Es fundamental seguir creando redes
alternativas de información para romper el bloqueo, resistir el embate de
nuestros adversarios y contrarrestar la manipulación de los medios de
comunicación. Debe tenerse muy presente que el principal instrumento de
dominación que tiene la oligarquía es el control que ejerce a través de la
televisión, la radio y la mayor parte de la prensa escrita.
4. Estar atentos para detener, con la denuncia y
la movilización ciudadana, como lo hicimos en el caso del petróleo, todo
aquello que signifique nuevos retrocesos, en particular, no permitir el cobro
del IVA en medicinas y alimentos; la reducción del presupuesto a la educación,
la salud y la seguridad social; la llamada reforma laboral; el aumento de los
precios de las gasolinas, la luz, el diesel y otros bienes y servicios; y la
violación sistemática de los derechos humanos. En esta tarea mantendremos una
estrecha coordinación con los diputados y senadores afines al movimiento.
5. Seguir insistiendo en la defensa de la
economía popular y del petróleo. Consolidar el funcionamiento de las casas del
movimiento para organizar a la gente y frenar los cobros excesivos en luz,
predial, agua, créditos hipotecarios y otros servicios. Dar seguimiento
permanente a la entrega de contratos de PEMEX y combatir las privatizaciones,
el contratismo y la corrupción en los gobiernos.
Amigas y amigos: Es larga la travesía.
Enfrentamos intereses muy poderosos, se requerirá de muchas fatigas, pero
siempre será mayor la satisfacción que produce el luchar por nuestros ideales y
por causas justas. De cada uno de nosotros depende el destino del país. No
nos desanimemos, no nos detengamos y, sobre todo, no dejemos de luchar.
La mafia del poder en México se cree invencible,
pero recordemos, como decía Hidalgo, que "el poder de los reyes es demasiado
débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos".