Yvonne Adkins, una estadounidense de 32 años, dejó a su bebé, Chantelle, enfermo y recostado en una mecedora mientras subía al piso de arriba para mantener relaciones sexuales con un rockero que había conocido minutos antes en la parada de autobús.
Un vecino escuchó que la pareja reía y tomaba whisky en el segundo piso, pero que el recién nacido lloraba en la planta baja.
A la mañana siguiente, la inconsciente madre despertó y se encontró con que su hijo estaba muerto, pues lo había abadonado con únicamente una delgada manta. Cuando llegó la policía, ella misma se declaró culpable de crueldad infantil, por lo que deberá pasar año y medio en prisión.
El juez le comentó en el momento de la sentencia:
"Usted tomó una decisión catastrófica que va a tener consecuencias con las que tendrá que vivir por el resto de su vida".
Con información de Metro.