Las elecciones de 2017 eran una prueba que había que superar, una aduana rumbo al 2018, pero solo eso, no se jugaba la presidencial, sus resultados podrían ser cualquier cosa menos un augurio de lo que sucederá en la elección presidencial. No podemos decir que del 17 al 18 hay uno, lo correcto es decir que del 4 de junio de 2017 al 1 de julio de 2018 hay 392 días en los que todo puede pasar.
Sin embargo, los resultados de este 2017 impactan rumbo al 2018. De entrada, poco cambió el escenario que se tenía para el 2018 antes de las elecciones. Comentaré partido por partido.
En Acción Nacional
Ricardo Anaya es el gran perdedor de esta elección de 2017. No basta el triunfo en Nayarit y el cerrado resultado en Coahuila, el resultado en Estado de México dejó mucho qué desear. Su partido deberá reconocerle haber logrado el máximo histórico de gobernadores en México por las elecciones de 2016, pero también le reprochará la derrota en uno de los estados más importantes electoralmente.
El gran ganador en el PAN es Miguel Ángel Yunes. Los resultados en Veracruz con la alianza del PRD les dan un triunfo importante, recordemos que esa entidad es de las más importantes por número de electores y presupuesto gubernamental. Esto, más ser elegido el nuevo personaje favorito de las desgracias de Andrés Manuel, lo ponen en una posición mediática nacional nada despreciable.
Margarita Zavala y Rafael Moreno Valle, quien ha subido sistemáticamente su preferencia en los estudios y análisis de México Elige, tendrán ahora que jugarse el todo por el todo. El reto será salir ilesos en esta tormenta post electoral y sumar lo más posible en un momento que muy seguramente dividirá al partido.
En resumidas cuentas, el PAN en general se mantiene en un escenario muy similar al que tenía antes del 3 de junio: Anaya casi descartado y Yunes irrumpiendo en escena. Ya veremos cómo jugarán Márquez, Ruffo y Romero Hicks que están también en la escena blanquiazul.
En el PRD
En el partido del sol azteca tampoco hubo grandes cambios hacia el 2018, no les fue bien ni mal. Alejandra Barrales no podrá presumir grandes logros o grandes estrategias, pero al no ser una aspirante presidencial, ni fu ni fa. Su conferencia sobre una posible alianza con el PAN en plena campaña 2017 dejó mucho que desear, pero hay que reconocer que, a nivel local, las alianzas con el PAN han sido desde el 2016 una estrategia que políticamente les ha redituado.
Sin duda Juan Zepeda representa una señal de que si se elige a un buen candidato y se hace una buena campaña se logran buenos resultados. Su enfrentamiento con López Obrador le valió aplausos no solo en el Estado de México, si no en todo el país. Él podría ser dirigente nacional pero no candidato presidencial.
Estado de México, Nayarit y Veracruz comprueba que el PRD aún puede ser útil si se quieren lograr votos, así que el sol azteca suma un par de puntos.
Habrá que ver si un liderazgo fresco como el de Zepeda logra que el PRD a nivel nacional obtenga buenos créditos. Mancera se unió con astucia a la campaña de Zepeda, pero no es suficiente para mejorar su posicionamiento electoral rumbo al próximo año, habrá que ver cuáles son sus siguientes pasos.
En la barda independiente
Los independientes fueron, al igual que el año pasado, una gran decepción en dos sentidos. El primero de ellos porque no lograron articular una campaña ganadora, o por lo menos, una campaña que hiciera voltear los ojos y oídos hacia ellos.
Pero sobre todo, la mayor decepción, es que los independientes han hecho de esa figura una especie de partido político que recurre a las peores prácticas de antaño. Un ejemplo de esto es Jaime Rodríguez “El Bronco” en Nuevo León que cada vez actúa más como el Presidente del Partido Independiente de México.
Si los independientes quieren competir seriamente en 2018 deben ponerse las pilas y trabajar. No bastará que quieran ir unidos como lo propone Castañeda, tendrán que ser ellos mismos atractivos en sus formas y en su fondo. Tarea para El Bronco, Ferriz de Con y Ríos Piter, quienes parecieran son quienes tienen una personalidad más atractiva para una campaña presidencial.
En el partido de López Obrador
Morena se encuentra en una especie de limbo. Ni perdió ni ganó sino todo lo contrario. Federico Arreola dice que “un general victorioso necesita victorias” y López Obrador perdió el Estados de México, no perdió Delfina, perdió AMLO. La campaña de la maestra Gómez funcionó realmente como pretexto para que Andrés Manuel recibiera un voto de confianza. Pero aunque es verdad que es mejor ganar que perder, tampoco podemos hablar de una clara derrota del partido MORENA.
Hay que recordar que el Movimiento de Regeneración Nacional apenas tiene 3 años. Los resultados en Veracruz y Estado de México, dos de los estados con más votantes del país, son una muestra de la fuerza de AMLO, nada despreciable
A pesar de perder la gubernatura y ganar un importante número de votos, lo más relevante de esta campaña fue que se asomó un López Obrador que muchos habían olvidado: uno que tiene sus propios números que no coinciden con los oficiales.
Incluso me atrevería a decir que estamos ante una evolución trumpetiana del tabasqueño donde se habla de “fake media” (recordemos el tono de sus entrevistas con Pepe Cárdenas y Aristegui) y donde la figura unipersonal es más importante que un partido, elementos que pueden o no generar que la posverdad llegue a México.
Habrá que ver cómo le va a Andrés Manuel en la próxima medición de México Elige, por lo pronto sigue vigente aquella frase que reza que el peor enemigo de Andrés Manuel es López Obrador. Ya veremos si 2017 le sumó o le restó.
En el tricolor
El PRI fue sin duda de los grandes ganadores del 2017, y con ello el Presidente Enrique Peña Nieto quien llega recuperando salud política para el último tramo de su sexenio. A principios del año el escenario electoral era muy grave para el partido, pero se recuperó terreno. Solo ganar el Estado de México le aseguraba al PRI el oxígeno necesario para continuar la carrera rumbo al 2018. Si a eso se le suma el triunfo en Coahuila el escenario mejora indudablemente.
El PRI liderado por Enrique Ochoa, demostró no solo que con disciplina y estrategia se logran buenos resultados, sino que el PRI sabe competir en escenarios competidos y de clamor ciudadano.
Sin embargo, el PRI debe reflexionar y no echar campanas al vuelo. Ni está ganada la elección presidencial ni el triunfo en las dos gubernaturas fue sobrado, incluso tendrá que analizarse lo que se hizo en cada una de las áreas de la campaña.
De todos los aspirantes priistas a la Presidencia no todos ganan, aquellos que jugaron contra el partido y su dirigencia verán reducidas sus posibilidades.
Hoy el PRI está llamado a un juego de ajedrez donde cada movimiento debe estar no solo bien pensado, sino ser parte de una línea estratégica ya definida cuyo objetivo es retener la Presidencia de la República. La campaña presidencial como los estudios universitarios son una carrera, no una carrerita, así que despacio que llevamos prisa