¿Por qué será que los humanos tenemos facilidad en recordar los peores años? De inmediato podemos traer a la mente el 1985, el 1994, el 2001… Pero, ¿nos dice algo, de botepronto, el 2007, 1993, o el 2014?
¿Por qué es más fácil para nuestra mente seleccionar momentos de crisis, cuando hay pandemias, se caen torres gemelas o matan al candidato del PRI a la presidencia?
El 2020 entrará en esa lista de años funestos, pues tan sólo en México, hasta el 29 de diciembre, la pandemia por Covid 19 había cobrado la vida de 123 mil 845 personas mientras que a nivel mundial la cifra de fallecimientos, hasta el último corte de este 30 de diciembre, estaba cerca de los 1.8 millones.
Pero las muertes a causa del virus son sólo un efecto cuantificable de lo que provocó este virus en nuestras vidas. El nuevo enemigo de nuestra frágil estabilidad detonó cambios profundos, que transformaron hasta nuestras rutinas más simples.
Quizá el trastorno más radical fue el distanciamiento social, que tanto contrarió a nuestra especie acostumbrada a ser gregaria a más no poder.
La máxima sigue siendo el quédate en casa, que ha limitado nuestras ganas de reunirnos durante más de diez meses en México.
Y esa simple regla cambió todo: la economía tendrá uno de sus peores años (la caída del Producto Interno Bruto mexicano se acercará a los 10 puntos), la educación tuvo que ser revolucionada en unos meses, y las familias y amigos se alejaron pero al mismo tiempo la violencia doméstica se disparó.
El transporte público sufre una crisis existencial que puso en duda su carácter de medio masivo pues justo esa cualidad se volvió mortal. Lo cual hizo que no sólo volteáramos a ver a las bicicletas como medio confiable, sino al automóvil particular, tan despreciado últimamente por saturar y contaminar el entorno.
El distanciamiento también transformó las imágenes que veíamos cotidianamente al caminar por las calles. Los rostros tuvieron que ser cubiertos parcialmente, lo cual hizo que en las calles nos concentráramos en los ojos del otro. Surgió la moda del cubrebocas, que abrió otra industria que no existía.
Las imágenes en las calles, de personas alejándose entre ellas para evitar contagios, nos recuerdan escenas de películas distópicas, de futuros que parecían lejanos porque nunca pensamos que una crisis así pudiera alcanzarnos.
En el umbral del 2021, la vacuna abre un paréntesis a esta crisis cuya luz al final del túnel parecía que nunca iba a llegar. Iniciamos este nuevo ciclo con la promesa de que la ciencia nos puede abrir el camino de vuelta a la vieja normalidad, cuando podíamos asistir a un bar, a una sala de conciertos, o apreciar un partido de futbol en un estadio sin miedo a contagiarnos.
¿Volveremos en el 2021 a ser la especie humana de antaño? Lo que es cierto es que el 2020 entrará en nuestro catálogo de años inolvidables.
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