La semana estuvo de locura para nuestro próximo presidente, se le soltaron todos los demonios del nuevo aeropuerto. Don Andrés Manuel tomó la decisión de cancelar el proyecto en Texcoco, para supuestamente sustituirlo por el de Santa Lucía, ¡Y con ello se prendió la pólvora!, lo suficiente para que a la Bolsa Mexicana de Valores registrara una caída importante, y para que las calificadoras nos pusieran a temblar un par de días.
Fue el primer conato de crisis económica del presidente López Obrador, lo cual sirve para reflexionar sobre su desempeño y el de su equipo, pero principalmente sobre los nuevos paradigmas para gobernar y ejercer el poder.
¿Es un error cancelar el proyecto de Texcoco?
No tengo certeza de ello, como creo que no la tenemos prácticamente nadie. Son análisis y decisiones muy técnicas, casi imposibles de valorar para la gran mayoría. Se nos comunicó la parte política del asunto, y eso fue todo.
Como sea, no es lo más relevante de la decisión. Vaya, si no procedía hacerlo ahí, pues tocaba cancelarlo o modificarlo, con todo y los costos ya comprometidos. Así de sencillo.
Cuando se trata de un mal proyecto, el avance realizado no es argumento para continuarlos. Ninguna empresa le continúa invirtiendo dinero a los errores, sino que cierra la llave antes de agrandar el daño. Pero insisto, esto es bajo la lógica de que en verdad fuera un mal proyecto.
¿Es mejor proyecto moverse a Santa Lucía?
Ni idea, pues estamos igual que con Texcoco, es decir, no conocemos los argumentos técnicos de fondo, sino únicamente los del debate político.
Pero tampoco es lo relevante, pues si en verdad es una mejor ubicación, pues que se construya y listo, que se haga en donde mejor convenga, finalmente de eso se trata, de encontrar la mejor decisión posible.
¿Es normal que se hayan enojado tanto los empresarios y los políticos relacionados con el proyecto de Texcoco?
Por supuesto que sí, es muy natural, pues les afectaron sus intereses y sus bolsillos. Todos reaccionaríamos igual si perdiéramos nuestro dinero.
De igual forma, los políticos y empresarios relacionados con el proyecto de Santa Lucía, seguramente están muy contentos, pues se les viene encima un negocio extraordinario.
Así que no podemos crucificarlos, pues el derecho al pataleo es algo totalmente legítimo, tanto en la política como en los negocios.
¿Se equivocó AMLO al meterse en este tema?
No necesariamente, pues como presidente tiene que tomar decisiones difíciles, y precisamente para eso fue elegido. Si don Andrés consideró que se tenía que fajar los pantalones con este tema y darle un arrimón de lumbre a un grupo de empresarios ventajosos, pues ni hablar, así tocaba, es parte de gobernar.
¿Se equivocaron los empresarios y demás afectados con el alcance de su reacción?
Tampoco, pues como el tema es mayor, tenían que jugarla con toda su fuerza. Por eso echaron a andar a la prensa afín a sus intereses y calentaron el ambiente más allá de las fronteras, lo que ocasionó la reacción de las calificadoras ante el nivel de agitación.
Vaya, ellos también le arrimaron la lumbre al presidente electo, para ver si retrocedía un par de pasos. Parece que así se juega el deporte del poder.
¿Las consecuencias económicas serán graves, vamos directo a una crisis como las de antaño?
Los pistones del baile estuvieron bastante fuertes y ambas partes, gobierno y empresarios, salieron con moretones. Pareciera que políticamente ganó el gobierno, pero es una victoria pírrica, pues económicamente perdieron los dos, ya que a nadie beneficiará el daño que se generó, principalmente en la confianza para el país.
Hasta el momento no alcanza para generar una crisis como las de antaño, pues el país es mucho más que esta obra aparentemente cancelada, pero sí será fundamental el cómo se sigan procesando las cosas, pues tampoco somos un país que aguante lo que sea. En ambas partes tiene que caber la sensatez, se tienen que poner a hacer operación cicatriz.
¿Se equivocó AMLO al realizar la consulta?
Sin duda que sí. Fue un error mayúsculo, se equivocó de cabo a rabo. Fue un error tan grave como innecesario. El presidente López Obrador no necesitaba procesar así las cosas, no había ninguna necesidad.
Si verdaderamente necesitaba o quería tomar decisiones sobre el tema, podía haberlo hecho con la autoridad de su investidura, con el capital político de su triunfo, y comunicando los fundamentos técnicos de una decisión tan delicada.
El presidente electo podía haber entrado al tema como estadista y enviando un mensaje de seriedad y confianza al mundo, pero no impulsando una consulta de chocolate.
Y por eso le escribo que fue tan grave como innecesario, porque no hacía falta decirle al mundo, que en México se procesan este tipo de decisiones votando a mano alzada en la plaza pública.
¿Qué necesidad tenía el presidente López Obrador de montar una consulta simulada?
Por eso le escribo que cambiar la sede del proyecto es lo de menos, porque la crisis de estos días no obedece a un tema de fondo, sino principalmente a uno de forma, por la manera en la que se jugó con el estado de derecho.
Por eso fue la reacción de los mercados financieros, porque se mueven con base en la confianza y a las expectativas, porque siempre están atentos a lo que creen que va a suceder.
¿Y entonces, así va a gobernar AMLO?
Ojalá que lo haga con esa firmeza que tiene para entrarle a los temas complicados, pero ojalá que también cambie sus formas, porque la desconfianza y el pánico nunca son buenos consejeros.
Una buena parte de la población, de manera muy natural, estamos oponiendo resistencia a los cambios que vienen, porque vemos modificado el status quo de muchos años, y eso nos pone nerviosos.
Estamos ante un nuevo paradigma del ejercicio del poder y del estilo para gobernar, y nos guste o no, tendremos que adaptarnos. Ya no se vale evaluar con las reglas de antes, pues acabamos de ver que ya no existen.
Ojalá que se aprenda algo bueno de este primer susto, y que haya talento para mejorar las formas.
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