Otra mañanera más. No eran ni las ocho de la mañana cuando el presidente ya había arremetido contra el Instituto Nacional Electoral y el Sistema Nacional de Protección Integral para Niños, Niñas y Adolescentes (SPINNA), sumándose a las instituciones descalificadas públicamente como el Consejo Nacional Para Prevenir la Discriminación (CONAPRED). Si bien hay quienes dicen que las conferencias matutinas son circo, maroma y teatro lo cierto es que lo dicho en el acto se ve reflejado en acciones contundentes. Desprestigiar y coaccionar a las instituciones ha sido la constante durante este sexenio. Desde la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación para 2019, en nombre de la mal llamada austeridad, las instituciones han sido víctimas de un constante golpeteo que busca no sólo tirarlas, sino quebrarlas lentamente hasta ver su demolición. Lamentablemente, fue necesario que un comediante famosón fuera señalado en redes para que una parte del pueblo bueno se diera cuenta de lo que lleva ya casi dos años sucediendo: la destrucción institucional.

Las instituciones tienen en su razón de ser el ejercer una función más allá de un sexenio o un personaje. Son andamiajes que pretenden que no exista una concentración de poder y funciones en los deseos de un individuo sino en misiones y objetivos establecidos. Que si bien estas pueden fallar su destrucción no puede primar al reformar. Sobre todo en México, un país que ha atravesado distintas etapas y contextos que han llevado a que su existencia sea imperante en la construcción de una vida más democrática.

Cuando en aquel evento el ahora presidente mandó al diablo a las instituciones nadie imaginaba que siendo el poder ejecutivo, con la mayoría en ambos congresos y con la aprobación –que aún mantiene- este sería capaz de destruir lo que por décadas le ha costado a los partidos políticos y sociedad civil construir. Su ataque al INE importa bastante sobre todo a un año del proceso electoral más grande que hayamos vivido. Sin embargo, la destrucción “hormiga” de otras instituciones ya afecta hoy a sectores vulnerables y a otros que han tenido que cancelar o parar proyectos que benefician al país. Por lo que si bien nuestro amado líder ya se autoproclamo guardián electoral, es urgente que nosotros nos convirtamos en guardianes institucionales. Mandando al diablo al diablo