No sabía si el logotipo del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) era tan horroroso como la gente está diciendo en redes sociales. Bonito no me pareció, pero mejor le pregunté a dos amigos diseñadores, ambos de reconocida trayectoria, antes de formarme una opinión.

La primera me dijo que el o los autores del logro pasaron por alto “muchos principios de diseño”, y agregó que un buen diseño debe mantener todos sus elementos reconocibles sin importar la escala, algo que obviamente no sucede en este caso, pues el muy señalado mamut o las banderolas ajedrezadas simplemente se pierden en tamaños pequeños.

Un segundo diseñador me aseguró que “alguien con experiencia” habría evitado los errores “con los ojos cerrados”, y notó fallas de reproducción y jerarquía, además de encontrarle elementos “hasta gratuitos”.

Lo feo del AIFA no es el logo, es la militarización

El logotipo del AIFA sí es, pues, tan horroroso como la gente está diciendo en redes sociales. Y ya, no pasa nada; o no pasa mucho. Se contrata a alguien que haga un mejor diseño y se acabó.

Pero el episodio no queda del todo ahí, y pone de nuevo en relieve que el gobierno de la autodenominada ‘cuarta transformación’ a veces rebasa la austeridad que tanto se necesita en el país, para entrar en el terreno de la tacañería.

También puede verse en la pifia una muestra más de que las autoridades militares no están preparadas para asuntos civiles, algo que en este caso no pasa de lo chusco, pero en otros temas, especialmente la seguridad, se convierte en algo muy preocupante.

No está mal prescindir de ciertos lujos, o de la mayoría de lujos, en nombre de la austeridad y simplificación administrativa; es algo hasta deseable. Y, salvo el detalle de la difícil reproducción, da lo mismo tener un logotipo muy bueno -como el del Metro de CDMX- o uno completamente olvidable.

Lo malo aquí es ese fenómeno en el vemos cada vez a más militares en todos los aspectos de la vida pública del país, y que el presidente López Obrador insiste en que no es una militarización de la vida pública del país.

Lo malo aquí es el descuido que ya no debería suceder en el tercer año de una administración que supuestamente comenzó a trabajar arduamente desde meses atrás de su inicio.

Pero bueno. Al menos no cancelaron el AICM, un aeropuerto perfectamente funcional y a 6 kilómetros del centro de la ciudad, para construir uno carísimo muy lejos y con recursos que, digan lo que digan, no estaban del todo asegurados. Eso sí que era un capricho de un mandatario autoritario que no escucha a su pueblo.