El Partido Revolucionario Institucional cumple 91 años. Su aniversario no pasa sin cuidado, puesto que se trata del partido más viejo del país y uno de los más longevos en el mundo. La crisis de este es evidente, se viene de un periodo de pérdidas y desencantamientos que exigen nuestra renovación; pero sobre todo, el ser ejemplo de solución a la crisis de partidos que enfrentamos en México.

Las fechas conmemorativas nos obligan a poner una pausa y reflexionar sobre lo andado, sobre el futuro. Es imposible que el PRI se fortalezca sin que paremos un momento y nos cuestionemos lo que hemos hecho –bien y mal-; sin echarnos la culpa, sin echarnos flores.

Como un partido que nació queriendo conjuntar la diversidad de la sociedad mexicana, tenemos la responsabilidad de entenderla para no fallarle. No se trata de imponer lo que nosotros creemos que es lo correcto, sino de comprender lo que falta y gestionar alternativas. La historia del partido nos lo ha enseñado, nos lo ha pedido. Varias de las crisis que hoy arrastramos se deben a que no supimos bajarnos del escalón y acercarnos con ojos abiertos y oídos atentos a la ciudadanía.

El poder se debe ejercer de manera que favorezca a quienes nos dotaron de él: las y los mexicanos. Estemos en la trinchera que sea, siendo gobierno u oposición, tenemos la capacidad de transformar la realidad política, social y económica del país. Y la mejor forma de aprehender lo que sucede es darle voz a la militancia.

El militante es quien ejerce el primer contacto con la sociedad; en doble vía, es el encargado de abstraer las necesidades de esta y de llevar la imagen del partido a la gente. Por eso mismo, no podemos seguir aplaudiendo que en lugar de que nuestros elementos partidistas trabajen en esta tarea, sólo se acerquen a la ciudadanía para tomarse la foto y llenarse el ego con likes y aplausos virtuales. Los militantes debemos transformar nuestros espacios, porque ser priista no es solo una filiación partidista, es una forma de ver y hacer política. Es tener sensibilidad y vocación por resolver la desigualdad; es trabajar duro. Somos una cultura de esfuerzo.

Si queremos recuperar el poder, la confianza de la ciudadanía y fortalecer la identidad de quienes militamos o simpatizamos con el PRI, tenemos que cambiar la mentalidad que equivocadamente hemos forjado; es necesario reflexionar lo hecho y subsanar con acciones la memoria de los mexicanos. Hemos aportado grandes cosas pero también hemos errado.

El PRI es un partido que sabe renovarse y aprender de sus errores, en esta coyuntura debemos hacerlo juntos. Celebramos un año más de historia, pero tenemos la vista puesta en lo que viene y los pies puestos en lo que tenemos.