El Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, hasta la fecha, como un ejercicio de rendición de cuentas, ha transmitido por más de 54 semanas, conferencias mañaneras con una duración aproximada de 94 minutos cada una (según datos de Spin).
La tradición de dar estas conferencias comenzó cuando era jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Su presentación diaria le permitía tener una mayor proyección mediática a nivel nacional pero sobre todo a fijar agenda desde las primeras horas del día. Ante esto, no sorprende que repita el ejercicio siendo el titular del ejecutivo.
Diariamente, todos los medios de comunicación a partir de las siete de la mañana se encuentran pendientes de las declaraciones del presidente y de su gabinete. A grandes rasgos podríamos considerar el ejercicio de una conferencia matutina como un ejemplo de gobierno abierto que fortalece la transparencia y la democracia del país. ¿Cómo no estar de acuerdo que periodistas tengan un diálogo permanente con la Presidencia de la República? ¿Cómo oponerse a que la máxima autoridad rinda cuentas diariamente frente a representantes de la ciudadanía?
La rendición de cuentas es un pilar fundamental en el estado moderno. Nadie en su sano juicio debería estar en contra de ello. Sin embargo, al igual que lo ha hecho Morena en los congresos federales y locales, el presidente López Obrador ha encontrado la fórmula mágica de la simulación.
Sistemáticamente, el presidente ha utilizado el espacio mañanero para privilegiar preguntas a modo y para castigar a los periodistas que realizan preguntas “incómodas”. Sus informes dejan de lado los temas vitales que atañen al país y se centra en dar discursos demagogos que polarizan a la sociedad de manera absurda.
Como prueba de lo anterior, es la reciente narrativa contra los organismos autónomos y el falso argumento de que el INE está censurándolo, al no permitirles transmitir las conferencias mañaneras durante el periodo electoral. Cuando la realidad es que no es censura, es cumplimiento irrestricto de la ley que se mandata en la Constitución, y que él mismo apoyó y dijo que cumpliría en su conferencia matutina el 29 de mayo del 2019.
Lamentablemente, los medios nacionales han caído en la trampa de darle eco a las barrabasadas que diariamente articula López Obrador, incluso cuando se ha comprobado que la mayor parte de su discurso no tiene sustento alguno. Así pues, desde temprano tenemos la perversión de un instrumento que más que fortalecer al régimen democrático en el que vivimos lo destruye; legitimando por palabras del mesías cualquier hecho sin fundamentos.
Ante esto, vale la pena preguntarnos ¿acaso tienen trasfondo electoral las mañaneras? De no ser así, la paranoia de López Obrador no tiene ningún sentido.