2 mil 21 años después de su inmolación
LO CLAROSCURO
¿Usted o cualquier miembro de su familia, núcleo de amigos, conocidos profesa alguna religión?
La respuesta no le compromete a nada.
Mejor aún, siendo ateo, o devoto de cualesquiera religiones o incluso nacionalidad distinta en este pequeño mundo, hoy nos une una fecha singular a toda la humanidad.
A saber.
Distintas versiones han siempre acompañado a la que es llamada “La Más Grande Historia jamás contada”.
¿Por qué a toda la humanidad nos atañe? Esta historia refiere a la vida, pasión y muerte del hombre más humano y más ‘extraño’ en sus enseñanzas que, habiendo vivido 33 años sobre la Tierra, hoy usted y yo fechamos nuestro calendario de vida en base a su muerte.
Un sábado de Gloria, como es la eucaristía -memorial de la muerte y resurrección- que conmemoran sus fieles seguidores.
2 mil 21 años después de su inmolación.
Transformar el agua en vino
Por encima del año del dragón, de la cultura egipcia o del calendario maya, la era cristiana (a partir de la muerte de Jesucristo) nos marca a los individuos de este planeta con la presencia permanente de un ser humano redimido y redentor.
No hablemos de sus facultades de transformar el agua en vino -que muchos desearíamos dominar esa alquimia-, ni mucho menos caminar sobre el agua, levantar muertos o elevarse a los cielos.
Esa fantasía no es lo esencial de este hombre bueno.
Su prédica consistía en un solo mandamiento que quizá hoy realmente sea la verdadera salvación contra los males que aterran la existencia del hombre o su virtual extinción.
Inclusive donde hemos sido puestos a prueba con el falaz virus que tiene como encomienda desaparecer al menos al diez por ciento de los terrícolas.
Esa prédica única del salvador, que tomó un cáliz de muerte a cambio de que todos creyésemos en él, decía “ama a tu prójimo. Amaos los unos a los otros”
¿Falso amor y falsos profetas?
No es necesario ver y entender la Biblia para saber que existen.
Un enfadado amor de un hombre al que acusamos de todo, Donald Trump, resultó ser el único presidente norteamericano que no declaró la guerra a ningún país del mundo en su mandato. No fue entonces, un gobierno bélico y sí el más humanitario en términos de amnistía a inmigrantes de todo el mundo.
En cambio, el ‘rotundo cambio’ con el ‘consecuente’ y amoroso Biden tiene a Siria y a Medio Oriente de nuevo sitiado y bajo fuego, con toda la fuerza de sus armas apuntando a la destrucción de aquella región (‘un mensaje inequívoco’ decía el conciliador Biden respecto al bombardeo estadunidense) y acusando a México de “no hacer nada contra las andanadas de migrantes”.
Un año de recogimiento llevan todos los países tras la amenaza de COVID, que de alguna suerte nos hace reflexionar sobre los acontecimientos marcados en ese libro premonitorio que señala plagas y calamidades en su Apocalipsis, con la esperanza que el amor al prójimo sea un arma benefactora.
Claro que lo es, en el entendido que procurar la sobrevivencia de nuestros semejantes y apegados a los protocolos sanitarios, damos la esperanza de la continuidad de la vida que deseamos; siendo o no, creyentes de cualquier religión.
Si es verdadera o falsa esa historia que acompaña a la humanidad, el legado místico es quizá la mejor formula que garantiza la paz, la vida misma y ¿por qué no? La felicidad del mundo por igual.
Amar es renunciar por el bien de otro; sacrificio y entrega. Amar es desear la felicidad de alguien más, por encima de la propia. Eso hizo el nazareno.
COLOFÓN: Si esta fecha la hemos empleado para hacer vacaciones de playa, descanso, recogimiento espiritual u otros motivos recuerde que, a pesar de los dos mil veintiún años, es imborrable su figura y su legado. Y sigamos lavándonos las manos, aunque esa es enseñanza de Poncio.
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