Lo que México necesita en este momento de emergencia nacional es a sus mejores hombres. Aquellos que han sido probados en crisis anteriores. Aunque bien a bien ninguna se parece a la actual. Ésta es sanitaria, económica, de desamparo y de enfermedades mentales. Pero además ya estamos sumidos en una crisis política. Y si esos prohombres no se encuentran en los partidos y afuera, pues que por lo menos se permita servir a quienes conocen y tienen experiencia en la administración pública. La circunstancia de desolación y muerte no es para que los nuevos gobernantes llegue a conocer de qué trata el puesto, y en consecuencia se tomen varios meses, tal vez un año, para lo que llaman pomposamente curva de aprendizaje. El país, los estados y los municipios están anegados en un charco de sangre por las muertes de la pandemia. No encuentro otra imagen mejor. La situación nacional es tan triste que los gobiernos en funciones no siquiera han mostrado capacidad o voluntad para el registro de los muertos (hay abundante literatura especializada al respecto, no sólo de médicos, sino de antropólogos, economistas, matemáticos, psicólogos, entre muchos otros, nacionales y extranjeros).
Todo este rollo es para recordar que el sistema político mexicano devora a sus mejores hombres. Como en la predicción del mito de Saturno, que temeroso de ser destronado por uno de sus hijos, los devora uno a uno hasta que perece en manos de uno. Mucho de Saturno tiene la política poblana. En lo que va de la semana, dos de los aspirantes mejor calificados, por experiencia y popularidad, para encabezar la presidencia municipal de la capital, fueron sometidos a una campaña de infamias y mentiras desde sus propios partidos. Ellos son Alejandro Armenta Mier y Eduardo Rivera Pérez. Uno y otro buscan la candidatura a través de sus respectivos partidos. Morena en el caso de Armenta ; el PAN, en el segundo. Sin embargo el panista se ha topado con el muro de la presidencia de su partido y de un grupo duro que tema perder privilegios e influencia. Se trata del moribundo morenovallismo. Armenta –allí están los archivos– es el político mejor dotado en este momento en Puebla, no solo en Morena sino en general. La fortaleza política atemoriza a los débiles y timoratos. Armenta es el único que puede decir que ha recorrido todo el escalafón, de presidente municipal de su pueblo a senador de la República, pasando por las representaciones en el congreso local. En la administración, prácticamente ya encabezó todas las secretarías, incluyendo la dirigencia de partidos. Eduardo Rivera es el mejor alcalde de la ciudad surgido del PAN. Frente a los santones panistas que suelen mirar por encima del hombre a los votantes y arquear la ceja cada que osan mirarlos de frente, es carismático y sin fingir barrio, hace clic con la gente popular. Moreno Valle lo persiguió, incluso con amenazas de meterlo en la cárcel, por la misma razón. Le hacía sombra. Cuando su mujer se caía de la candidatura lo obligó a ser candidato para usarlo de insignia. Perverso como era, al final lo hizo perder y entronizó a la actual presidenta municipal, Claudia Ribera. Ese morenovallismo que sobrevive agazapado en la presidenta de Acción Nacional, busca a toda costa impedir su candidatura. No obstante que Rivera es el único aspirante que puede hacer del PAN un partido competitivo en este momento.
¿Cuál es la causa de la riña que ha movilizado a las más encumbradas cabezas? Tiene que ver con quién asume la gubernatura, en tres años. Ser presidente municipal de Puebla es colocarse en la antesala para ser gobernador. Es el segundo puesto más importante en la entidad. Como el de gobernador, tiene su sede en la capital. Esa condición de vecindad entre uno y otro puesto genera inestabilidad, que al poco deviene en riña abierta. En lo que llevan estos gobiernos, no obstante pertenecer al mismo partido (PRD-Morena), la disputa se centra en el afán del gobernador de nombrar al titular de Seguridad Pública municipal, y la negativa de la alcaldesa de que no es su facultad. El tema ya llegó al máxima tribunal judicial de la nación. Mientras ellos pelean, la ciudad sigue sumida en niveles de inseguridad nunca vistos.
Me parece que las campañas de Morena y PAN en contra de Armenta y Ribera no es en contra de ellos, es en contra del anhelo legítimo de bienestar de los poblanos. Aspirar a los menores gobernantes. Este ya es un trienio perdido, y no por la pandemia. Sino por su incompetencia supina. Pareciera, pues, como si de manera deliberada ambos partidos se confabularán para impulsar la ruina de Puebla.